Alientan las garantías que ha ofrecido la JCE sobre la celebración de unas votaciones justas y transparentes.
Si bien no tiene por qué ser de otra manera, esa seguridad contribuye a despejar la incertidumbre que suele rodear los procesos electorales.
Los del 18 de febrero no son una excepción, con todo y que el presidente de la JCE, Román Jáquez, garantice que el pueblo puede dormir tranquilo. Para más tranquilidad es necesario corregir anomalías, por más ligeras que parezcan, denunciadas por los partidos políticos en el sistema de escrutinio, digitalización, escaneo y transmisión de los resultados en las urnas.
Pero también actuar sin contemplaciones frente a los recursos ilícitos empleados en la campaña, incluidos los públicos.
Puede satisfacer el esfuerzo de la JCE para garantizar unas elecciones diáfanas, pero tiene que estar consciente de que no puede descuidarse.