Editorial

Gatita de María Ramos

Gatita de María Ramos

El canciller Andrés Navarro anunció la reapertura de los consulados y el retorno del embajador dominicano a Haití, tras recibir de su colega haitiano reiterado compromiso y garantía de seguridad a esas legaciones y a su personal, lo que se ha reclamado y se espera merecer.

Aun cuando se saluda la promesa del canciller Duly Pierre Brutos, de que se ofrecerá debida protección a esos consulados, debe precisarse que la responsabilidad es también del Gobierno dominicano, en deber de estar vigilante para prevenir cualquier situación de peligro que confronten esas sedes.

Se resalta como positivo el anuncio sobre la reactivación de la Comisión Mixta Binacional, que sesionaría el 27 de abril, a los fines de poner en marcha puntos aprobados en el encuentro que sostuvieron el jueves en Jimaní Navarro y Brutus.

Los votos son para que esta vez Haití muestre decidida voluntad política en su compromiso de proteger las sedes diplomáticas y consulares de República Dominicana en ese país y para que haga nido duradero en el órgano binacional a cargo del diseño y promoción de proyectos de desarrollo mutuo, sin pretender jugar a la gatita de María Ramos.

 

Crimen ecológico

 

La tala de más de veinte árboles centenarios en el parque Duarte de Santiago, ordenada por el ayuntamiento municipal, ha sido objeto de severa censura por parte del Ministerio de Medio Ambiente y Sociedad Ecológica del Cibao, que definen ese hecho como un crimen ecológico.
En un país que afana por detener la deforestación, no puede asumirse como algo normal el derribo de decenas de arbustos en un área céntrica, sin importar si fueron acacias, gravileas, laureles o cualquier otra especie. Eso será siempre una tragedia.
Autoridades del cabildo santiaguero afirman que apenas cortaron nueve árboles, como para decir que la masacre no fue de tal magnitud, sin llegar a entender que aun el derribo de un árbol requiere, no solo del permiso correspondiente, sino también de irrefutable justificación o necesidad.
En vez de reivindicar su derecho a talar árboles, el ayuntamiento de Santiago debería asumir su deber de promover jornadas de reforestación en todo el municipio y en las riberas de ríos que languidecen en la Ciudad Corazón.

El Nacional

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