Las reiteradas denuncias de fraude hechas por el presidente Donald Trump y su repetida advertencia de que no permitirá que le roben las elecciones, coloca el conflicto electoral de Estados Unidos en dirección a una crisis política e institucional de impredecibles consecuencias. Durante casi 20 minutos de comparecencia pública ayer, Trump acusó a la campana de Joe Biden de llenar de votos ilegales o falsos las urnas en estados claves que habría el inquilino de la Casa Blanca.

El equipo de Trump ha elevado instancias ante diversas cortes y tribunales para que se paralice el conteo de los votos en cuatro de cinco estados aun en juego, además de exigir reconteo de sufragio en Wisconsin.

Tan fuertes fueron las críticas del Presidente al sistema electoral de Estados Unidos, que varias cadenas de televisión suspendieron la transmisión de su encendido discurso. El candidato demócrata ha pedido paciencia y solicitó a sus seguidores esperar el resultado definitivo, en la seguridad de que habría ganado las elecciones.

En diversas ciudades ya se producen manifestaciones de partidarios de Trump, aunque sin que aún se escenifiquen actos de violencia.

La verdad es que ayer el presidente Trump regó combustible sobre un conflicto que ya estaba muy caliente. Todo parece indicar que la crisis post electoral estadounidense llegaría hasta la Corte Suprema, donde el candidato republicano apuesta a la mayoría conservadora de jueces, pero el problema es que no ha presentado pruebas fehacientes de que le habrían robado el triunfo.