El ejercicio de la comunicación gubernamental se torna cada día más intrincado, porque cabalga a lomos del tablero de la conflictividad, que se encapsula en nuevos factores que se han vuelto paradigmáticos, como la espectacularización mediática y la interferencia de otras ecuaciones no algebraicas, sino de la decadencia ético-moral de la comunidad. La sociedad, y por lo tanto el Gobierno, está lidiando contra la creciente proliferación de chantajistas y usurpadores mediáticos, que utilizan las redes sociales y los medios audiovisuales como campo de batalla.
Distorsionan relatos simbólicos, con tintes sensacionalistas y morbosos, en un uso abusivo, violatorio de la ética comunicativa y las normas jurídicas, para ganar “views” e intimidar con propósitos inconfesables. Aceptar un cargo público y trascender como figura pública ha devenido en el mayor peligro de un ciudadano, en vista de que cualquier sujeto sin formación periodística deforma, sobredimensiona y escandaliza un hecho, generalmente sin investigar ni comprobar el acontecer.
Los otros cuatro elementos que sirven de consumo, sin la utilización de ninguna casuística o razonamiento ético-jurídico, son los anónimos y “fake news”, diseminados contra un funcionario por aspirantes al mismo cargo, por empleados inconformes, desleales, incumplidores, incompetentes y adversarios ocultos; por competidores políticos y por empresarios afectados con decisiones administrativas.
A los “online” y audiovisuales les pasará como a las novelas grotescas y ampulosas: pocos las leen. En breve tiempo saldrán de circulación, porque sus productores se cansarán de hacer un esfuerzo sin recompensa. No tendrán anuncios, como tampoco audiencias, por las mentiras y la ausencia de razonabilidad. La comunicación en el Gobierno ha sido bastante moderado, tolerante y alejado de la confrontación.
En su prudencia, en ocasiones ha reaccionado con timidez y ha estado a la defensiva. El presidente Abinader figura como el protagonista oficial, o el apagafuegos, por ser creíble. Escucha, ratifica y se le percibe como sencillo y sincero, y la estructura gubernamental superior reacciona con prontitud ante escándalos y aconteceres significativos.
La mayor timidez ha estado en altos funcionarios, que rehúyen contactos con los medios, especialmente las entrevistas, en tanto que son sometidos a presión en exigencia de la ampliación del pastel publicitario. La acción estratégica del presidente Abinader ha sido inteligente en el uso de los nuevos medios y redes sociales, con un contenido fresco y actualizado, como los canales digitales -WhatsApp-, permitiendo una comunicación efectiva con la ciudadanía.
Este enfoque innovador ha facilitado la difusión de información relevante y destacado al mandatario dominicano como uno de los líderes en América Latina en el empleo de estas herramientas digitales para la comunicación gubernamental. Como quintaesencia, esta estrategia permite que los mensajes sean más relevantes y específicos, mejorando así la interacción y el compromiso de los ciudadanos con las iniciativas del Gobierno.