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Las primarias del primero de octubre del Partido Revolucionario Moderno (PRM), en las cuales el presidente Luis Abinader fue declarado con el 91.79% para ser el candidato de esa organización y proseguir como mandatario, descifra un toque de diana para los contendores de ese proceso: la imperiosidad de incorporar a la campaña el 5.56% que sacó Guido Gómez Mazara y el 2.22% de Ramón Alburquerque.
El escrutinio advierte a estos políticos liberales y controversiales que se les obsequia un chance para reconciliarse con la cúpula de su partido, para no dejarse abatir por el aislamiento de los ultraconservadores de ese colectivo: David Collado y Carolina Mejía.
El futuro de Gómez Mazara y Alburquerque está cifrado en que ambos desciendan de ese pedestal de arrogancia, autosupravaloración y la confrontativa en su PRM, que deberá abrirles campos sin tartamudeos. Encaja como pertinente pactar en el equilibrio y no conminarlos a que repliquen la fábula de Sísifo.
Ese personaje de la mitología griega, que instauró el reino de Corinto, fue atormentado por los dioses a empujar una roca colosal hasta el pico de una cordillera, a fin de que, una vez estuviera en el punto más alto, asegurara que la pesada piedra no rodara de nuevo por la pendiente hasta el peldaño más bajo, y así -una y otra vez- hasta la infinidad.
Gómez Mazara, Collado, Mejía y Alburquerque gravitan en una sociedad signada por el social-conservadurismo, el patrimonialismo y el clientelismo populista, que doblegan los nuevos paradigmas transdisciplinares. Retarlos pone a pruebas, dando vueltas en la apuesta más aventurera.
Tanto el marketing político como el marketing electoral aconsejan a los candidatos dominicanos que, para granjearse las preferencias de los distintos segmentos de votantes, ceñirse a una discursiva tradicional no desafiante de las estructuras históricas vigentes. O sea, no confundir al aspirante presidencial con el sable que sobre su espinazo lanza el periodista crítico.
La disciplina citada también plantea que el objetivo de cara a los electores no se centra en andar a la caza de cambiar sus actitudes y comportamientos en función del pensamiento propio, sino en procurar adaptarse a ellos, para complacerlos, atraerlos y transformar sus intenciones en votos.
Ganarán más Gómez Mazara y Alburquerque sumando su 7.78% a los aparentemente inconformes del PRM que les favorecieron en las primarias, que continuar en una prédica que agudizaría la confrontación y conduciría a la soledad mini-grupal y al cierre de intersticios democráticos.
Si ya el primero lidió en el PRD y también hizo gala de gallardía en la competencia en el PRM, el buen juicio sugiere no seguir por esa ruta, ni taladrar frentes por doquier. Es decir, no embestir contra todo aquel que se atreva a criticarlos o emitir opiniones contrarias, soltando pizcas de intolerancia.