(y II)
Guido Gómez Mazara, quien asume el contemporáneo liberalismo social-demócrata, tendrá que evitar que el imaginario colectivo lo relacione con figuras de la estirpe de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, y Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, que han sometido el socialismo a un descrédito sin paragón.
Si por someter a la Justicia y denuncias contundentes fuera ya hubieran sido jefe de Estado Marino Vinicio Castillo (un patriota 100 por ciento), Narciso Isa Conde (ejemplo de coherencia revolucionaria) y Guillermo Moreno García, un radicalista sin pausa. También la izquierda, que pena como la cenicienta de América Latina, porque todavía no comprende la sociología política nacional ni el marketing político y electoral.
A Gómez Mazara le acicatea un legado histórico invaluable: hijo de Maximiliano Gómez (1943-1971), legendario líder del maoísta marxista-leninista del Movimiento Popular Dominicano (MPD) y Carmen Mazara, conocida gladiadora por la justicia, y sobrino de Orlando Mazara, dirigente del Movimiento Revolucionario 14 de Junio abatido en 1967 en la montaña de San José de Ocoa.
También, en otro abono, Gómez Mazara pone la vista con cierto carisma y argumenta con erudición y fluidez, relevantes en el código y la narrativa electoral, pero esto no basta. Para su aceptación, los electores exigen otras cualidades: estabilidad emocional, moderación, generación de confianza para la seguridad, una sonrisa seductora y habilidad para el recaudo de recursos financieros.
La versión antagónica: David Collado, auspiciado por una poderosa élite económica nacional, se aferró al ultra-conservadurismo y al utilitarismo estatal. Y, cayendo donde lo lleve la brisa, debutó como emprendedor en un programa de televisión, se postuló y ganó con buena puntuación como diputado (2010-2016) y alcalde (2016-2020). Actualmente se desempeña como ministro de Turismo, con buen average en las tres posiciones.
Las creencias y costumbres tradicionalistas han hegemonizado la vida republicana, desde Pedro Santana, Buenaventura Báez, Ulises Heureaux (Lilís), Horacio Vásquez, Rafael Leónidas Trujillo y Joaquín Balaguer. Ellos han sido favorecidos por el elector que se adhiere al Estado-bienestar, el liderazgo mesiánico, las normas de convivencia atávicos/remotas, la espiritualidad, la moral religiosa y la moderación.
Si ponen en mis manos una boleta electoral con los nombres de Gómez Mazara y Collado, escojo al primero, lógicamente, reconociendo los aportes del segundo. Ahora bien, en las encuestas nacionales sobre preferencias electorales, Gómez Mazara no marca, mientras que el porcentaje de Collado sobrepasa el 50%. Compiten el discurso aguerrido y el trabajo productivo, que aventaja con creces.
Estas abstracciones y percepciones resultarían rentables para todos los aspirantes presidenciales. La gente valora más el accionar, el comportamiento ético, los esfuerzos para resolver los problemas y la rendición de cuentas. Cautivan más la sencillez, la sinceridad, la flexibilidad y las iniciativas en la cubierta de la modestia.