La militarización de la penitenciaría de La Victoria dispuesta por la Procuraduría General de la República constituyó un necesario paso no solo para sanear un recinto caracterizado por el hacinamiento y la violencia, sino todo el sistema carcelario.
A apenas horas de la ocupación las autoridades no tardaron en mostrar como prueba de éxito la recuperación de distintos tipos de armas entregadas voluntariamente por reclusos que con frecuencia denunciaban las deplorables condiciones del recinto.
Ahora la Dirección de Prisiones informó de una investigación que dispuso para aclarar los supuestos malos tratos a internos o privados de libertad de la cárcel de Nagua. Pero de tomarse las molestias de efectuar una investigación por cada uno de los recintos se van a encontrar con lo que todo el mundo sabe: que las prisiones son un antro de perversión y no de regeneración.
La respuesta al problema penitenciario no consiste únicamente en la construcción de prisiones, sino en la aceleración de los procesos judiciales.
La inmensa mayoría de los reclusos son preventivos, porque no se cuenta con una estructura eficiente. La represión que se investiga en Nagua es común a cualquier recinto del país, así como el trato inhumano a los reclusos.
El hacinamiento, la corrupción y la demora en los procesos figuran entre los muchos factores que han convertido los recintos en fraguas de violencia.
Las autoridades tendrán que diseñar y ejecutar un plan que trascienda las acciones aisladas si en verdad desean enfrentar el problema carcelario.

