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Entró con agosto la cuenta progresiva para salientes y entrantes al gobierno pero con fija atención al estreno del nuevo gobierno que a los que se van, con gran expectativa de un partido joven que por primera vez asciende a la presidencia.
Ciernen las expectativas y la esperanza iluminadora del horizonte de la mayoría de dominicanos y dominicanas, similar al 1996 cuando creímos que íbamos al deseado camino seguro que arengó Joaquín Balaguer cuando cerró el paso al Dr. Peña Gómez, político noble y revolucionario solo igualado al profesor Juan Bosch, ambos igualmente atropellados por sus partidos y por sus discípulos.
Para el 1996 se había acumulado una ansiedad de cambio de gobierno, logrado exitosamente, pero con resultados frustratorios por la enajenación de bienes del pueblo, por la corrupción, y por la petulancia que repartió maltrato por doquier a la población no peledeista.
Con el próximo cambio el pueblo espera un futuro más afortunado. Con el coronavirus, con los corruptos y con buena parte de lo robado en el ambiente como principales enemigos, Luis Abinader necesita suerte, misericordia del Señor y apoyo solidario de su pueblo para la perseverancia razonable por todo aquello que las adversidades de causas mayores no le permita cumplir en tiempo oportuno como era de esperar.
Ojalá obtenga la confianza y credibilidad de la ciudadanía, que crea en él y su gabinete, y que ellos cumplan con sus responsabilidades, que sean creíbles, de buen trato con las personas y que vayan a servir y no a servirse; que su gobierno no viole la Constitución, respete los derechos ciudadanos, promueva un sistema judicial respetable, de trato igualitario para todos, y que cada peso se invierta en el desarrollo y bienestar del país.
Requerimos un gobernante que promueva el corte de las manos (literalmente) de quien haya robado al erario. Que propicie una legislación que obligue devolver al Estado los bienes y/o inmuebles sustraídos, aparte de la prisión y multas que pudiese contemplar, y que prohíba que los funcionarios probados como ladrones no entren ni vuelvan a cargos públicos por designación ni por elección popular.
No se concibe que ladrones de grandes marcas anden por ahí pecho erguido y bien armados en vez de estar encadenados junto a sus iguales. Ni que grandes ladrones estén ensuciando puestos o curules, contaminando proyectos que convertidos en leyes no debiera la ciudadanía respetarlas.
Lic. Santiago Martínez