La destrucción del historial clínico de cientos de pacientes del hospital Luis Eduardo Aybar, cuya edificación es demolida para dar paso a otra construcción, constituye una grave inobservancia que solo puede ser remediada con la eventual noticia de que esa data fue preservada en archivo digital.
Los servicios que ofrecía ese centro asistencial han sido transferidos de manera digital a otros hospitales donde requerirían la data clínica de las personas que procuren dar continuidad a sus tratamientos médicos, incluido consulta, laboratorios y cirugía.
La ministra de Salud, doctora Altagracia Guzmán Marcelino, ha sido durante su larga carrera profesional, una notable gestora de los servicios hospitalarios públicos, por lo que está compelida a subsanar esta falta imputable quizás a la celeridad en la demolición de la vieja edificación del Luis E. Aybar.
Aunque se dijo que se entregarían esos expedientes médicos a los pacientes para que pudieran presentarlos en sus próximas citas, la prensa recoge penosas imágenes de montañas de esos papeles en medio de los escombros del viejo hospital.
A las autoridades les queda un largo trecho por recorrer para poder impregnar en la conciencia de todos los intervinientes en el sistema de Salud Pública que por encima de todo, el paciente constituye la causa y el motivo principal de todo su accionar.
Ante el penoso cuadro de destrucción del archivo físico de ese hospital, que había acumulado historial médico de pacientes por 50 años, queda reclamar que se preserven los de otros hospitales públicos, para lo cual se requeriría su inmediata digitalización.
No más palabras
Con financiamiento de una fundación canadiense, se construyen 250 viviendas en Montellano, Puerto Plata, destinadas a inmigrantes haitianos indocumentados, obra de bien, cuyos patrocinadores deberían completar con la ayuda a esas familias para que al menos se acojan al Plan Nacional de Regularización Migratoria.
Las empresas que construyen dos plantas eléctricas en Punta Catalina, Baní, levantaron un censo para precisar el número de niños en su vecindario a los que entregarían regalos con motivo del Día de Reyes. Dentro de un residencial veraniego, residen 52 niños hijos de indocumentados. No más palabras.