Editorial

Guerra patria

Guerra patria

Con esa herida aun sin cicatrizar, el pueblo dominicano conmemora hoy el 51 aniversario de la segunda intervención militar de Estados Unidos perpetrada contra su soberanía con el burdo propósito de impedir el restablecimiento de la democracia, conculcada dos años atrás con la anuencia del gobierno invasor.

Ese 28 de abril de 1965, cuando desembarcaron las tropas yanquis, la insurrección constitucionalista que se desató cuatro días antes se convirtió en guerra patria, y fue entonces cuando los patriotas en armas ofrecieron al mundo la más soberbia demostración de dignidad, decoro, arrojo y valentía.
Con el burdo argumento de que la Revolución de Abril había sido infiltrada por cuadros comunistas, el presidente Lyndon B. Johnson ordenó a la 82 División Aerotransportada invadir a Santo Domingo, con el propósito oculto de ahogar el anhelo de libertad, redención y justicia de una nación que no se reponía de haber sufrido 31 años de cruenta tiranía.

Al mando del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, de una oficialidad valerosa y consciente de su deber patriótico, centenares de soldados y civiles, enfrentaron a las tropas invasoras en la histórica Ciudad Nueva donde como nunca antes la enseña tricolor ondeó en el más alto pedestal del orgullo patrio.

La más alta y digna representación de la sociedad nacional atrincherada en Ciudad Nueva, cumplió cabalmente con el mandato de Juan Pablo Duarte de que República Dominicana sería destruida, pero sierva de nuevo, jamás.

Esa herida histórica que fue infligida por ese despropósito imperial se mantiene abierta porque a lo largo de más de medio siglo el intervencionismo económico y político se mantiene como daga sobre el cuello de la República, en razón de que los halcones no han cedido nunca espacio a las palomas.
La Organización de Estados Americanos (OEA) tiene aún una deuda pendiente con la patria de Duarte, pues su Asamblea General no ha formulado una sincera autocrítica por convertirse en instrumento de Washington al disfrazar esa grosera intervención militar bajo el inescrupuloso manto de Fuerza Interamericana de Paz.

Presentes y futuras generaciones han de dispensar por siempre respeto, admiración y gratitud a los hombres y mujeres que enfrentaron con gallardía y elevado fervor patrio a los invasores que no vinieron a salvar vidas ni a liberar a la República del comunismo, sino a evitar el retorno de la democracia política.

El Nacional

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