República Dominicana y Haití marchan a velocidades contrapuestas, como lo demuestran informes recientes que indican que el panorama económico del primero es prometedor, con un crecimiento de su Producto Interno Bruto de 6.3%, mientras que la economía del otro seguirá en picada, como ha sido en los últimos 30 años.
Según el Banco Mundial, la economía haitiana va en declive desde la década de los 80, a razón de 0,4% del PIB, lo que significa que la mayoría de su población se hunde en una pobreza extrema, agravada por el terremoto de 2010 que destruyó gran parte de Puerto Príncipe.
La renta per cápita de Haití es de menos de 500 dólares al año, en comparación con la media dominicana que sobrepasa los US$5,000, pero en términos de economía global, el PIB del vecino no supera los diez mil millones de dólares en comparación con el dominicano, estimado en 65 mil millones.
Se acude a tan dolorosa comparación para advertir que Haití es hoy un barril de pólvora echado a rodar sobre fuego de miseria extrema y pronunciada injusticia social, un drama con gran afectación sobre República Dominicana, cuyo gobierno hace esfuerzo por aplicar un todavía no efectivo control migratorio.
Gobierno, clase política y sector empresarial haitianos pretenden culpar a República Dominicana por la atribulación que padece ese pueblo, cuya emancipación e independencia, de hace 211 años, solo ha significado el cambio de sus esclavistas, de franceses por propio haitianos.
Una comunidad internacional irresponsable ha sido cómplice, o actuado con indiferencia, frente al saqueo de que ha sido objeto esa empobrecida nación por parte de una oligarquía voraz y filibusteros de grandes metrópolis portadores del capitalismo salvaje.
Durante los últimos 25 años, con excepción del periodo 2002-2004, la economía dominicana ha mantenido el sendero del crecimiento, en tanto que la haitiana decrece sostenidamente, con el agravante de que su población aumentó en cinco millones, mientras sus áreas de cultivos se redujeron drásticamente. Dicho en otra palabra, un vecino transita hacia adelante y el otro en reversa.
El Gobierno, la clase política y el empresariado dominicanos deberían reclamar que las grandes metrópolis exijan a la clase dirigente haitiana que cumpla con su obligación de promover progreso y justicia social para que ese digno pueblo pare de sufrir y para evitar que el barril de pólvora haga explosión y erosione la isla entera.