Las potencias y los organismos internacionales no deberían esperar que Haití colapse por completo para lamentarse, buscar culpables o decidir intervenir con sinceridad frente al drama de la nación.
Tras el dramático cuadro descrito por Médicos sin Fronteras (MSF) cualquier decisión tendrá que tomarse ahora, porque mañana podría ser demasiado tarde.
La entidad, que pese a la violencia y la carencia de recursos trata de auxiliar a los más necesitados, ha advertido que el vecino país está al borde de un colapso sanitario.
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Más del 60 % de los centros de salud están cerrados u operan con grandes deficiencias, en tanto en los primeros cinco meses de este año se estima en alrededor de 2,700 las personas que murieron asesinadas.
Al espantoso cuadro provocado por la violencia de las pandillas se agregan los más de un millón de personas desplazadas, de las cuales muchas subsisten a la intemperie por carecer de alojamiento.
En las escuelas la docencia está prácticamente interrumpida por la inseguridad y la hambruna cada vez más extendida en la población.
Demostrado está que las tropas internacionales lideradas por Kenia no han podido siquiera detener el avance de las pandillas, que hoy controlan la mayor parte del territorio.
La decisión del Gobierno de contratar mercenarios para combatir a los facinerosos no acaba de materializarse, así como tampoco la cooperación acordada por la OEA. Por la deriva que lleva, lo que se vaya a hacer en Haití tendrá que hacerse ahora.