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Hans Dannenberg

Hans Dannenberg

Chiqui Vicioso

Soy hija de uno de los primeros diez egresados de la Escuela Diplomática, quien no ejerció por un encontronazo con Trujillo, antojado de la muchacha con que había asistido a una de sus fiestas. Mi padre terminó como secretario del presidente de la Alcoa Co., en Manzanillo, porque hablaba varios idiomas y era un relacionista público natural.

Cursé una maestría en educación en la Universidad de Columbia y estudios de pos-grado en gerencia cultural en la Fundación Getulio Vargas, del Brasil, además de una Licenciatura en Brooklyn College. Cuando ingresé a la Cancillería venía de 22 años en la ONU, donde fui evaluadora de programas con la mujer a nivel regional.

A los doce años todavía creía en los Reyes Magos, y mi única ventana hacia el mundo fue la Juventud Estudiantil Católica. En ese entonces desconocía la existencia de las Relaciones Exteriores, por eso lo que aprendí sobre la admiración por la capacidad y excelencia profesional; el respeto a la dignidad ajena; la justicia laboral y reconocimiento de las jerarquías profesionales se lo debo a la ONU, no a Cancillería.

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Conocí a Hans Dannenberg en la India, cuando asistí al Festival Mundial de Poesía. Hans me acogió en su casa, donde en el sótano tenía la embajada, y quizás al grupo de subalternos más eficiente, respetuoso y trabajador que he visto.

Me recibió con un mangú, queso, salchichón frito, café con leche y chocolate, porque sabía que para los dominicanos ese desayuno era su regreso a la patria. Suplía, además, a otros embajadores con embutidos y ron dominicano, impensables exquisiteces en un país donde era imposible conseguirlos.

Poseía un agudo sentido de humor. Y, era uno de los hombres más preparados para triunfar socialmente que he conocido, porque sabía lo que cada quien necesitaba y siempre estaba dispuesto a proveerlo, por eso fue tan exitoso en su carrera, tanto en American Airlines como en la Cancillería.

Tenía además un sentido particular de la justicia. Hans, le pregunté, por qué promoviste a embajadora a esa persona cuando su único pasaporte en la administración anterior fue que era novia de Danilo? “Porque es hermana de una novia que tuve y su familia, que me quiere mucho, me lo rogó”.

Hoy, Hans deja la Embajada Dominicana en el Cánada huérfana, y creo que alguien como su mejor amigo, José Julio Gómez, jovencísimo viceministro de relaciones exteriores, podría beneficiarse mucho si aprovecha esta vacante para formarse, más allá de lo que se asume en este país como comportamiento “de los jefes” en cancillería.

Su juventud e innegable capacidad para el trabajo, se enriquecerían con la experiencia como embajador y todos, y todas, nos beneficiaríamos. Ni decir de Hans.