“Y solo cuando la tierra reclame vuestros miembros, bailaréis en verdad”.
Gibrán Kahlil
Libro: El Profeta
Chefi llegó el jueves 14 pasado a la encrucijada en la que, la Muerte, abraza a la Vida, rodeada de la familia de cerca y de lejos, como ella quería, naturalmente, y si grandes medidas extraordinarias.
Ella es mi hermana mayor quien, junto a nuestro hermano menor, constituye mi familia primaria, donde crecí y me desarrollé para venir luego a este querido país, donde tanto disfrutó Chefi siempre.
En este duelo, hay muchas emociones, tristeza a ratos, pero casi siempre, el recuerdo es alegre porque mi hermana era risa y alegría, una mujer para la que, los infortunios no tenían la cara que tienen para la mayoría, por eso, levantó una familia numerosa y hermosa, que compartimos y es orgullo nuestro.
Aunque la muerte de una hermana es lenta de aceptar, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación -hablábamos diario- ese tema lo tratamos, sabiendo la posibilidad de no volver a abrazarnos físicamente ya en este mundo.
A estas edades -solo era tres años mayor que yo- la muerte es un tema misterioso presente y para las dos, un asunto de tránsito.
En este duelo, hay recuerdos entrañables y amorosos. Ambas nacimos en Asturias y fuimos migrantes siendo niñas, ella 8 años y yo 5, cuando mamá y papá, nos llevaron a la Patagonia Argentina, donde teníamos un tío abuelo muy querido. Y eso, les aseguro, nos dio un corte grande de aventureras, porque viajamos durante 21 días en el barco Cabo de Hornos, que, embarcó en Barcelona y desembarcó en Buenos Aires.
Juntas tomamos una nueva tierra, para la gran hazaña de empezar a cero en un país diferente.
Y fuimos felices porque nos teníamos una a la otra, ella siempre protectora hermana mayor que hizo de mi infancia y mi adolescencia, una despreocupada escuela de la mejor vida.
Cuando nació nuestro hermano César en Argentina, éramos adolescentes -17 y 14- ilusionadas y esperanzadas con ese hermanito-hijo que mamá y papá nos regalaban, un acontecimiento que marcó nuestras vidas para la mayor de las satisfacciones.
Aunque despegué de su lado a los 18 años, para ir a estudiar a Canadá, nunca nos separamos, porque mi familia era siempre mi mejor realidad, y lo que hicieron e hice, fue ir y venir.
Y donde fuera que nos encontráramos, aquí o allá, mi hermana Chefi fue centro de vida.
¡Mi alma llena de agradecimiento por Chefi!