El asesinato de las hermanas Mirabal y del chofer Rufino de la Cruz, perpetrado por una tiranía sin escrúpulos, del que hoy se cumplen 55 años, conmocionó a toda la humanidad, que mediante resolución de la Organización de Naciones Unidas (ONU) declaró ese infausto 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Patria, Minerva y Maria Teresa fueron asesinadas a garrotazos, junto a De la Cruz, por esbirros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) cuando retornaban de Puerto Plata donde viajaron desde Salcedo para visitar a sus esposos encerrados en la cárcel de esa provincia.
Desde hace más de 20 años, y en conmemoración de la muerte de las hermanas Mirabal, la ONU impulsa programas para sensibilizar a gobiernos y pueblos en la necesidad de luchar contra toda forma de violencia de género, que define la forma más extrema y sistémica de desigualdad que sufren mujeres y niñas.
Duele saber que República Dominicana, que sufrió en carne propia la atribulación de tan horrendo crimen, se erige como el tercer país de América Latina con mayor número de asesinatos de mujeres a manos de hombres despechados o por estricta razón de género.
Cada año, en suelo dominicano más de un centenar de mujeres son asesinadas y una cantidad mayor sufre violencia sexual, o es sometida a agresiones de tipo familiar, moral, diversas formas de discriminación laboral, social o política.
Gobierno y sociedad están compelidos a redoblar esfuerzos para reducir a cero toda forma de violencia contra la mujer, para lo cual se requiere aplicar programas educativos que incidan en la familia, la escuela, la academia y los centros laborales.
Es menester también que Ministerio Público y el orden judicial apliquen rigurosamente todas las normativas de ley que garantizan vida y derechos de la mujer, en rol de madre, esposa, hija y trabajadora, porque la mayoría de las víctimas de violencia de género previamente han reclamado auxilio de las autoridades sin logar efectivos niveles de protección ante sus agresores.
El mejor homenaje que la sociedad dominicana puede dispensarle hoy a las hermanas Mirabal y a Rufino de la Cruz, símbolos de martirio, es reafirmando compromiso de luchar sin descanso, para que ninguna otra mariposa muera víctima de la violencia de género ni sufra discriminación.