Nicolás Mateo
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La búsqueda de una «batalla definitiva» o una «estrategia única» que sellara la derrota de Adolf Hitler y el Tercer Reich es una simplificación de la conflagración más vasta de la historia humana.
La Segunda Guerra Mundial en Europa fue una «guerra total» donde la ideología, la industria, la logística y la estrategia militar se entrelazaron.
Pese a que tanto los Estados Unidos como Gran Bretaña suelen atribuirse la derrota de Adolfo Hiltler, la realidad es que La Batalla de Stalingrado, que tuvo lugar entre agosto de 1942 y febrero de 1943, fue un punto de inflexión decisivo en el Frente Oriental durante la Segunda Guerra Mundial y se considera fundamental para la derrota del dictador alemán.
Este sangriento enfrentamiento no solo detuvo el avance de las tropas alemanas en la Unión Soviética, sino que también representó una catastrófica derrota militar y psicológica de la que el Tercer Reich nunca se recuperaría por completo, y significó el inicio del ocaso de su régimen.
En Stalingrado, el ejército alemán sufrió una de sus derrotas más devastadoras. La totalidad del 6.º Ejército, una de las formaciones militares más experimentadas y mejor equipadas que conformaron las fuerzas armadas unificadas de Alemania, conocidas como la Wehrmacht, fue aniquilada, con cientos de miles de soldados muertos, heridos o capturados. De los aproximadamente 91 mil soldados alemanes que se rindieron, sólo unos 5 mil regresaron a casa después de la guerra.
De modo que la batalla definitiva, entendida como el momento en que la marea cambió permanentemente, no ocurrió en las playas de Normandía, como muchos piensan, sino en las ruinas heladas de Stalingrado. Esta contienda en el Frente Oriental fue el verdadero punto de inflexión de la guerra.

Antes de Stalingrado, la Wehrmacht parecía invencible, habiendo conquistado Europa mediante la Blitzkrieg, o guerra relámpago.
La Operación Barbarroja, la invasión de la Unión Soviética en 1941, fue la apuesta existencial de Hitler. Stalingrado fue el punto culminante de esa apuesta.
La catastrófica derrota y rendición del 6º Ejército de Friedrich Paulus no fue solo una derrota táctica; lo más importante, perdió la iniciativa estratégica en el Este para siempre. A partir de 1943, el Ejército Rojo solo avanzaría hacia el oeste, comenzando el metódico desangramiento de la maquinaria de guerra nazi.
Pero es preciso señalar que Stalingrado por sí solo no habría sido suficiente si no hubiera estado respaldado por la estrategia definitiva: la «Gran Alianza» y la Guerra de Atrición.
Esta fue la arquitectura de la victoria. Mientras la URSS absorbía y diezmaba al grueso del ejército alemán (más del 80% de las bajas alemanas ocurrieron en el Frente Oriental), las potencias occidentales implementaron una estrategia multifacética.
La supremacía industrial y logística. Estados Unidos, el «Arsenal de la Democracia», desató una producción industrial que Alemania, con su economía de guerra sobre extendida, no podía igualar.
A través de la Ley de Préstamo y Arriendo (Lend-Lease), Estados Unidos alimentó las máquinas de guerra británica y soviética.
La campaña de bombardeo estratégico sobre Alemania, que, aunque de debatida efectividad táctica, obligó a la Fuerza Aérea Alemana a adoptar una postura defensiva y desvió recursos vitales de los frentes de batalla. Y el compromiso (aunque tenso) entre Roosevelt, Churchill y Stalin de priorizar «Alemania Primero».
Esta estrategia culminó en la Operación Overlord (6 de junio de 1944). Pero El famoso Día D no fue la batalla que ganó la guerra, sino la que finalizó la guerra. Fue la aplicación práctica de la estrategia de la Gran Alianza.
El desembarco en Normandía materializó la peor pesadilla de Hitler: una guerra total en dos frentes que su Wehrmacht, ya vaciada por Stalingrado, Kursk y Bagration en el Este, no podía sostener.
El Día D fue una hazaña logística y militar sin precedentes que abrió la «Fortaleza Europa» por el oeste, creando la pinza estratégica definitiva que llevaría al Tercer Reich hasta el suicidio, junto a su familia, menos de un año después.
El autor es periodista y escritor.

