Como sustento al pedimento de medida de coerción contra un regidor del municipio de Pedro Brand acusado de sicariato y enriquecimiento ilícito, el Ministerio Público ha expuesto una historia de terror que involucra asesinatos por encargo, mafia con combustibles subsidiados y guerra entre clanes por el control de rutas del transporte de pasajeros.
Acostumbrada a relatos que desafían su capacidad de asombro e indignación, la ciudadanía escucha en voz de propias autoridades otra crónica sobre sucesos inauditos que si no fuera porque la gente los sufre día a día, se diría que son fruto de una fértil imaginación al estilo de Alfred Hitchcock.
Un dilatado desorden y anarquía en un servicio tan vital como el de transporte terrestre se ha convertido en madriguera de mafias que según el Ministerio Público apadrinan sicarios que asesinan a domicilio y que también se enriquecen con la comercialización fraudulenta de combustibles que el Gobierno distribuye entre millonarias empresas disfrazadas de sindicatos y asociaciones.
En el fardo acusatorio de la Fiscalía se sostiene que ese regidor dirigía una red criminal que perpetraba asesinatos en presencia del propio edil y a plena luz del día, sin que todavía se explique cuál era el padrón para seleccionar a sus víctimas.
Empresarios del transporte no temen que se investigue el origen de sus fortunas, mientras emplean su tiempo en acusarse mutuamente de fraude, sicariato y de pretender adueñarse por la fuerza de jugosas rutas del transporte cuyo control la ley lo asigna al Estado.
Paralelo con esta historia de terror transcurre una cotidianidad en la que la población funge como prisionera de esos clanes mafiosos que manejan a su antojo el servicio urbano e interurbano de transporte público, sin que ningún gobierno se haya atrevido a armarse de valor y afrontar el desorden.
Sucesos como el asalto a la cárcel de Najayo y el robo de un cargamento de cocaína por oficiales y policías antidrogas, ya se retiran de cartel para dar paso a este filme de drama y acción que también pasará acosado por la fatiga ciudadana, en la seguridad de que será reemplazado por otra historia no menos espeluznante.
La población dominicana vive una rutina virtual que la asemeja a cualquier metrópoli civilizada del mundo, pero su verdadera realidad es la de padecer mafias que controlan servicios básicos, sicariato, fraude, corrupción, narcotráfico, inseguridad e impunidad, aunque la vida sigue su agitado curso.