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Ilusos aquellos que pretenden ocultarla verdad en estos tiempos

Ilusos aquellos que pretenden ocultarla verdad en estos tiempos

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El dinamismo producido en este primer cuarto de si­glo, teniendo como protago­nista principal al internet, ha hecho, que todo sea inoculta­ble y las realidades que en el pasado y el presente se pre­tendían y pretenden hacerlas desaparecer, bajo el manto del olvido, se haya convertido en algo imposible de ejecutar. En pocos minutos, todo se conoce en esta media isla de punta a punta, cosa esta que en el pasado estaba destina­da a un grupo muy reducido.

El aislamiento ha quedado en el pasado, ya que hoy, los que viven de estos medios, se multiplican como la ver­dolaga, esparciendo noticias veraces, medias verdades, fal­sedades y toda una avalancha de morbo o sensacionalismo, con el único fin de obtener los deseados “me gusta”.

Es tal la cobertura lograda, que no hay rincón donde no penetren por medio del celu­lar, y, de esto, los políticos se dieron prontamente cuenta, razón por la cual se han adue­ñado o pretendido adue­ñar de la manipulación de la verdad por medio a estos in­fluencers, plataformas di­gitales y unos que otros comunicadores “indepen­dientes” que, salvo conta­das excepciones, han adop­tado el comportamiento clásico del veterano caza­dor, al acecho de una buena presa.

Son estas circunstancias, entre otras, que han propi­ciado el escenario perfecto para el accionar de las fa­mosas “fuentes”; fuentes de las sombras, individuos con conexiones para ob­tener y filtrar todo tipo de comprometedoras docu­mentaciones.

Bien conocido es, que la in­formación siempre ha teni­do un precio pero, ahora, es todo un viejo, delicado y se­creto método de extorsión que se ha hecho público y vulgar; se han abierto las ventanas por donde soplan vientos con hedor a sobor­nos, chantajes y donde las descalificaciones fluyen; donde los políticos en sus viscerales y desgarrantes dimes y diretes, cual si se tratase de la incisión de un grotesco absceso, hacen brotar al público las podre­dumbres, las corrupciones que, al más alto nivel, han caracterizado la administra­ción pública en los últimos 29 años para desgracia de la nación. Administraciones estas, presididas por tan so­lo 4 huéspedes temporales del Palacio Nacional, tres de ellos reciclables, con sus res­pectivos popis y otros tantos nacidos como la auyama, es decir, con la flor en el C…o.

Pero, como dice el refrán: “Nada es tan malo que todo lo que tenga sea malo”, ha sido precisamente ese re­ciclaje con sus respectivas claques y las verdades que se han desprendido de los ya públicos, constantes y por demás inmorales dimes y diretes entre esa claque po­lítica, lo que ha llevado a la sabiduría popular expresar que: “La depravación moral constituye el denominador común de la clase política nuestra”.

En consecuencia, salvo honrosas excepciones, nos encontramos infectados por políticos desprovistos de virtud, políticos que han promocionado una socie­dad en donde la moral, la éti­ca y el civismo, han pasado a ser retoricas, recuerdos de un pasado no tan lejano. Y es que, como sociedad, pau­latinamente, nos han con­ducido por el sendero que conlleva a la total degrada­ción moral, una sociedad en donde la demagogia, prácti­camente, ha sustituido a la democracia.

Reiteramos, el encontrar­nos en esta situación políti­ca no ha sido algo fortuito, ya que, solo se ha ejecutado la ley que rige el universo, la cotidianidad, la ley de “Cau­sa y Efecto”, porque, aque­llas lluvias de hacen 64 años trajeron estos lodazales. Un lodazal político-económico que inició a partir del 30 de mayo del 1961 cuando, cual, si se tratase de una ham­brienta jauría, notables y privilegiados personajes -por demás amigos del jefe-, activaron un clic que les da­ría acceso al preciado botín de guerra, la fortuna del dic­tador, en sí, el patrimonio de la Nación.

Continuaremos en el próxi­mo por el mismo camino, aunque a muchos les pique. ¡Si señor!

Rafael R. Ramírez Ferreira

El Nacional

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