El secretario general de la Organización de Estados Americanos, don Luis Almagro, ha presentado disculpas a República Dominicana por la invasión militar de Estados Unidos de 1965, que contó con respaldo de ese organismo continental, un gesto de cortesía diplomática que el gentilicio nacional agradece.
Hace 50 años que la OEA encubrió con el ropaje de una Fuerza Interamericana de Paz la intervención militar de la mayor potencia del planeta contra un país pequeño y pobre, cuyo pueblo anhelaba el retorno a un malogrado orden institucional basado en el respeto a las libertades ciudadanas.
El mea culpa de Almagro fue pronunciado durante la apertura de la II Asamblea General de la Asociación Mundial de Órganos Electorales, que se realiza en Santo Domingo, sin que tuviera su génesis en la Asamblea General de la OEA o en su Consejo Permanente, por lo que puede decirse que se trató de una iniciativa personal.
La OEA como tal no se ha disculpado de su crimen o afrenta contra República Dominicana, y lo que es peor, desaprovechó la oportunidad de hacerlo cuando se cumplió medio siglo de la grosera intervención militar de Estados Unidos, el 28 de abril pasado.
Sin menoscabo de la sinceridad que acompañaría a ese pedido de perdón, se tiene la impresión de que Almagro recurrió a la diplomacia para intentar recoger agua de infamia derramada contra el buen nombre de República Dominicana, las veces que se ha intentado en el seno de esa entidad desconocer el derecho soberano de su Estado y Gobierno a imponer controles migratorios.
Fue la Asamblea General de la OEA, la que aprobó en 1965 legalizar el crimen histórico de la segunda intervención militar de Estados Unidos contra la patria de Duarte, así como la burda instrucción a los Estados miembros para que agregaran tropas a esa invasión.
Es, pues, a esa instancia a la que corresponde reconocer y reparar tales agravios que reabrieron la herida cercenada en 1916 por una primera invasión estadounidense que se prolongó por ocho años. Tanta infamia y dolor causados no se recogen en uno ni en mil discursos protocolares.
Las disculpas presentadas por el doctor Almagro se reciben como un gesto insuficiente e inoportuno, que obliga al Gobierno y al pueblo dominicanos a pedirle a su emisor que sean hechas con la debida sinceridad y dignidad que merece una nación libre e independiente, a pesar de la OEA.