Podríamos comenzar por el adjetivo o apelativo. Si lo artificial es lo creado o modificado -en contraposición con lo natural-, lo que ocurre de manera espontánea en la naturaleza, entonces la inteligencia misma demanda de un proceso en el que es necesario alterar las condiciones cognitivas del individuo, en su estado primario. Rudimentario. No hay inteligencia sin conocimiento.
A la luz de lo que sugiere y trae como propuesta la Inteligencia artificial (AI para sus siglas en inglés), estamos ante una réplica de lo alcanzado por el hombre hasta ahora, en término de conocimiento, y de cómo responder y proceder en determinadas situaciones. Lo cual también plantea una revisión de lo que hoy consideramos inteligente, en sus diversas acepciones y clasificaciones.
Puede ser entendida así en distintos contextos. La cognitiva nos permite razonar, aprender, resolver problemas y comprender conceptos. En tanto que en la emocional encontramos la habilidad para reconocer, comprender y gestionar tanto las propias emociones como las de los demás, incluyendo habilidades como la empatía, la autorregulación y la motivación. Es poco lo que puede hacer la gestión tecnológica en esta parte.
La Inteligencia Social, con ingredientes compartidos también representa otro desafío a la capacidad y alcance de la informática en sus osadas incursiones para emular o superar al ser humano. En este caso, los dispositivos digitales, como celulares, computadoras, etc, tendrían que interactuar efectivamente con otros artefactos o personas, comprender dinámicas sociales y construir a relacionarse. Implica habilidades de comunicación y manejo de conflictos.
En cambio, la creativa, se relaciona con la capacidad de generar ideas nuevas y originales, así como de encontrar soluciones innovadoras a problemas complejos, sí abre más de una ventana a la AI, con serias limitaciones, por supuesto.
Lo original y auténtico es una condición particular, lejos de la ordinaria condición de las comunes respuestas que usualmente nos ofrece la AI, campo de la informática que busca crear sistemas y programas que simulen la inteligencia humana, permitiendo a las máquinas aprender, razonar y tomar decisiones. Lo extraordinario es, por tanto, una condición individual.
La inteligencia práctica, la de la calle, toma tiempo. Explica la habilidad para adaptarse a situaciones cotidianas y resolver problemas prácticos de manera efectiva. Así como la cultural, la de los intelectuales, comprende entender y adaptarse a diferentes contextos culturales, incluyendo normas, valores y costumbres de diversas comunidades.
Esta se extiende al aspecto moral relaciona con la capacidad de discernir lo correcto de lo incorrecto y actuar de acuerdo con principios éticos, con apego al entendimiento y al conocimiento.
Cada una de estas acepciones refleja diferentes puntos de la inteligencia humana y su aplicación en la vida diaria y en diversas disciplinas, lo cual no incluye necesariamente el uso de la informática.
Ni por asomo. De ahí que el término bajo examen deba plantearse una revisión o readecuación conceptual. Tarea de los expertos en las que no procuramos participar, a no ser observar. Sobre todo, que, en la carrera hacia el éxito, el conocimiento y la emoción son inseparables.