Con la llegada del buque hospital USNS Comfort a República Dominicana, vuelve a desplegarse el viejo guion del imperialismo vestido de bata blanca. Nos dicen que vienen a “ayudar”, que es una “misión médica humanitaria”, y que cientos de dominicanos serán atendidos gratuitamente. Pero ¿qué hay detrás de esta operación cuidadosamente planificada por el Comando Sur de Estados Unidos?
No hay que ser experto en geopolítica para notar lo evidente: esta visita no es generosidad, es estrategia. Se trata de una intervención blanda, parte de la llamada “ayuda humanitaria” que encubre intereses militares, económicos y de control político.
Una forma sofisticada de reafirmar presencia en una región que Washington considera su patio trasero. ¿Y por qué Haití no está en la lista? ¿Acaso no es Haití quien vive hoy una de las crisis humanitarias más graves del continente? ¿No es el pueblo haitiano quien enfrenta un colapso de su sistema de salud, desplazamientos masivos y violencia armada cotidiana?
La exclusión de Haití no es casual. Allí ya no pueden posar de salvadores sin ser recibidos con protesta. En Haití, el pueblo reconoce que donde Estados Unidos entra, no hay reconstrucción ni sanación, sino ocupación, deuda y explotación.
En cambio, en República Dominicana han encontrado una élite política complaciente, más preocupada por tomarse la foto con marines sonrientes que por resolver los problemas estructurales de salud del pueblo dominicano. Los marines no vienen por primera vez. Ya han estado aquí. Y no para curar.
La historia dominicana está marcada por dos grandes intervenciones militares de EE.UU., ambas llevadas a cabo con marines: Primera intervención: 1916–1924. Más de 3,000 marines ocuparon el país, disolvieron el Congreso, impusieron una nueva Constitución favorable a los intereses norteamericanos, y dejaron como legado la creación de una Guardia Nacional que posteriormente facilitaría el ascenso del dictador Rafael Leónidas Trujillo. EE.UU. controló las aduanas, el crédito y gran parte del aparato estatal durante esos ocho años.
Segunda intervención: 1965. En plena insurrección popular que buscaba el retorno del gobierno constitucional de Juan Bosch, más de 42,000 marines estadounidenses desembarcaron en Santo Domingo bajo el pretexto de “proteger vidas estadounidenses”, pero en realidad, fue para frenar un proceso revolucionario democrático. Esa ocupación aplastó una transformación progresista y dejó al país bajo el control de sectores conservadores afines a Washington.
Por: Felipe Lora Longo