Opinión Articulistas

Joshuay Sadiksha

Joshuay Sadiksha

Chiqui Vicioso

“La juventud es algo que se malgasta en los jóvenes”. Jorge Luis Borges.

Cuando mi hermana llegó a Nueva York, tenía dos trenzas largas y una inocencia tan grande como Santiago. Llegó creyendo en el Niño Jesús y cuando ingresó a la “Junior High” descubrió que las niñas de su edad ya tenían novio.

Ahí empezó la crisis de mi madre: Había traído a su niña a la boca del lobo, sin siquiera imaginarlo, buscando una “mejor educación” y las oportunidades del “sueño americano”.

La segunda gran crisis fue cuando, ya en secundaria, un muchacho italiano invitó a mi hermana a salir. ¿Un qué?, pero ¿de dónde viene?, ¿Cuál es su familia?, ¿dónde vive?.

Todas preguntas que en Santiago se responden de inmediato con la mención de un apellido. Mamá, le dije, todos tus mecanismos de crianza, educación, moral y cívica, aquí son obsoletas, vivimos en una ciudad de doce millones de habitantes!.

He pensado en esos dilemas cuando he visto llorar a los padres de Sadiksha, quienes de seguro emigraron a USA por las mismas razones de mi madre.

Y esa es la verdadera tragedia en esta historia, el precio que ha pagado una familia hindú por el “progreso” de su prole. Lo mismo que le acontece a millares de familias dominicanas, con hijas embarazadas, prostituidas, expulsadas de las escuelas, ausentes de ilusión a los 20 años.
Lo que pasó en el Hotel Riu solo entretiene l@s adict@s al morbo. Basta ver las películas sobre los “Spring Breaks”, o vacaciones de primavera, para presenciar el desmadre que provocan esas vacaciones en los Estados Unidos.

Es el imperio del desorden, las bebidas, la droga, el sexo torpe a lo Hollywood, o lo que la juventud asocia con ser “libre y feliz”.

Si a eso se añade un mar picado, y la lógica ausencia de salvavidas en la madrugada, y la borrachera, lo que pasó no debería sorprender a nadie. “Aquí muere gente ahogada, por imprudencia, con frecuencia”, nos dijo un nativo de Punta Cana, “¿Por qué ahora tanto revuelo?”.

Dejen a Sadiksha descansar en paz, entre el incienso, velas, cánticos y flores de sus tradiciones hindúes, y dejen a Joshua Steven Riibe retornar a su Iowa natal y su familia, escarmentado de la bebida, posiblemente de su torpe manera de enamorar y, de las urgencias de una primavera que para él nunca tendrá flores, ni pájaros, ni risas, ni música, ni palmeras, ni mar. a menos que Kadisha así lo decida desde el cielo, donde hoy habita la ilusión de una muchacha híndue de veinte años, posiblemente enamorada de un amor que no la esperaba, en nuestra hoy tan mediáticamente vapuleada isla.