Juan Luis Guerra es, en si mismo, una bendición de Dios para República Dominicana. Y parece que el Señor sabe lo que hace. Lo trajo al mundo el viernes 7 de junio de 1957. Nació en Santo Domingo y fue en la infancia, un niño amado por sus padres y aplicado en la escuela. Nada extraordinario parecía traslucir de su comportamiento.
Cuando entró a la Universidad APEC, (cuenta Euri Cabral en su libro Juan Luis Guerra y 440, Merengue y Bachata a Ritmo de Poesía y Compromiso, un libro fundamental para entender el proceso de este artista, junto al del investigador cultural y musical Darío Tejada), ingresó a la escuela de Contabilidad.
Duró 48 horas, antes de tomar la decisión de estudiar algo más de acuerdo con sus inquietudes: Filosofía y Letras, y se cambió para la UASD, que entonces era un hervidero de ideas de izquierda.
Entabló relaciones de amistad con Víctor Víctor, Sonia Silvestre, Luis Días, Luis Tomás Oviedo, Claudio Cohén y Freddy Ginebra, (fundador de Casa de Teatro, espacio del que se hizo aspirante a artista, donde ofreció su primer concierto en agosto de 1976 ). Luego fue un reputado guitarrista, respecto del cual los vocalistas deseaban que les acompañara.
Pero Juan Luis pensaba en lo más alto, dice Euri Cabral: Juan Luis se fue a estudiar a Berklee College of Music, fundado en 1945 y que era una de las instituciones de formación musical de mayor prestigio del mundo, donde perfeccionó sus talentos naturales.
Hoy es uno de los 50 alumnos que ha escogido la dirección del plantel como de los más sobresalientes de toda su historia.
440
1985. A su regreso al país, muy influido por el jazz y la música de The Beatles, Juan Luis Guerra se propone la formación de una agrupación musical, al convocar a Maridalia Hernández, Roger Zayas Bazán y Mariela Mercado, a la que le bautizan con el nombre de 440, por ser la nota perfecta de afinación musical.
Guiados por la narración de Cabral y Tejeda, se sabe que grabaron en el estudio Emca su primera producción, titulada Soplando, una verdadera obra de arte musical, intentando tropicalizar el jazz, pero sin fuerza comercial, dando como resultado un fracaso de ventas absoluto. Pero, al ser escuchados por Bienvenido Rodríguez, de inmediato se dio cuenta de que había calidad en esos muchachos pero que debían reorientar la producción hacia lo comercial, manteniendo el nivel, con fuerza de mercadeo, más a tono con el gusto del público real.
Así se graba el primer álbum de éxitos Mudanza y Acarreo. El merengue entraba en una nueva etapa desde la cual no volvería a ser el mismo: música enriquecida para bailar, con nuevos aires rítmicos y reposados sobre textos hermosamente poéticos, insuperablemente sensibles, con mensajes de compromiso social y recreación de la vida amorosa de gente común. El salto estaba dado.
Guerra representa el nivel más elevado que alcanza la música popular dominicana en merengue, balada y bachata, conformando un despliegue de temas y formas expresivas que llevan a quien escucha estas producciones al sentimiento amoroso más íntimo (Cuando te Beso), a la inusual expresión del valor de la amistad (Somos Amigos), a la recogida expresión campesina (A pedir de mano), a la balada sensual de belleza fuera de lo ordinario (Quisiera ser un pez), a la denuncia social franca, directa y bien ajustada (Me enamoro de ella).
Guerra dota al merengue de un singular ritual cargado de figuras poéticas, de fuerza en su armazón musical y de sorprendentes vericuetos jamás explorados, factores que hacen considerar que lo que se crea es un universo temático, técnico y poéticamente considerado como nuevo.
Juan Luis tiene ese efecto singular de ser objeto de sentimientos extremos. O se le ama o se le cuestiona. Sin embargo, su postura, marcada por una timidez impropia de su estatura pública, lo conduce a silenciar todos los ataques y a no hacer mucho caso de todos los elogios. Le interesa más su integridad ante el Señor y el trabajo de la Fundación 440, que responder los duros ataques que con frecuencia se levantan en su contra. Ataques, en oportunidades deliberadamente despiadados e inmerecidos, que jamás habrá de responder. Todo lo deja al tiempo. Todo se lo de a a Él.

