El Papa Juan Pablo II, que será canonizado hoy en histórica ceremonia en la Plaza de San Pedro, ya adquirió la categoría de Santo Súbito, por aclamación de la feligresía católica, que considera que su pontificado de 26 años y 104 viajes fuera de Italia, revolucionó a la Iglesia y al mundo.
Karol Wojtyla se convierte en el Papa con más rápida canonización en la milenaria historia de la Iglesia, pues con apenas nueve años de fallecido (2005) será hoy elevado a los altares de la santidad, junto a Juan XXIII, quienes, con el Papa Pío formarán parte de la tríada de pontífices que han sido canonizados en los últimos cien años.
Benedicto XVI, el Papa que ingresó a la historia por su repentina renuncia al trono de Pedro, abrió compuertas para que Juan Pablo sea elevado a la condición de santo, al derogar una disposición que obligaba a esperar cinco años después del fallecimiento para iniciar el proceso de canonización.
Nunca antes en la historia de la Iglesia, dos papas son proclamados santos en una misma ceremonia, por lo que también, Francisco, quien ya tiene la histórica condición de ser el primer inquilino latinoamericano en el Vaticano, acompaña a Juan Pablo y a Juan XXIII por los senderos de la inmortalidad.
La feligresía dominicana se regocija hoy por tan singular acontecimiento, no solo porque dos pontífices de extraordinaria sensibilidad y grandes líderes de la Iglesia serán elevados a la condición de santo, sino también porque tres de los 104 viajes de Wojtyla fueron a esta tierra de primacías, señal de su particular amor y admiración por la Iglesia y el pueblo dominicanos.
Juan Pablo retornó al Trono de Roma el compromiso de luchar contra la injusticia y la desigualdad social y económica, razón por la cual todavía resuena por los cuatro vientos su condena al “capitalismo salvaje”, mientras Juan XXIII será recordado por siempre por haber convocado el revolucionario Concilio Vaticano II.
Satisface saber que un Papa latinoamericano ha impulsado y logrado la canonización de dos predecesores asociados a la humildad, sensibilidad y de gran vocación por el cultivo de la auténtica justicia social, que parte de la máxima cristiana de que todos los seres humanos nacen para ser iguales ante el amor y la indulgencia de Dios.
Ojalá que ese singular acontecimiento histórico que signa a la Iglesia Católica en el compromiso de luchar por la paz, la igualdad y la justicia, cale en los corazones de presentes y futuras generaciones y que la santidad de Juan Pablo y Juan XIII ilumine el camino de la humanidad hacia su redención.

