El sábado 27 de septiembre es el “Día de la Biblia”. Este libro que algunos califican de inspiración divina, se concibe más bien como una herramienta de control social, creada por hombres con diversas ideologías y agendas políticas en distintas épocas.
La Biblia, por lo tanto, no es la «palabra de Dios», sino más bien un compendio de relatos compilados a lo largo de la historia, que refleja los intereses de sus autores y las corrientes culturales de su tiempo.
Hay numerosas versiones de la Biblia y diferencias significativas entre las versiones católicas y protestantes, por lo tanto, afirmar que hay una única verdad bíblica puede ser erróneo, ya que entre las múltiples denominaciones cristianas utilizan selectivamente las partes que acomodan sus creencias y doctrinas.
Tenía razón Erasmo de Rotterdam cuando decía que la Biblia usted la puede estirar para donde quiera y la puede a poner a decir lo que usted quiere que diga, la ventaja es que tiene muchas contradicciones, entonces solo se usan las partes que le conviene de acuerdo a los deseos de las cúpulas teológicas.
Existen varias teorías sobre la autoría de la Biblia, indicando que múltiples figuras históricas, como el rey Saúl y el emperador Constantino, jugaron roles significativos en la recopilación y modificación de sus textos. Esto, junto con el hecho de que la Biblia ha sido objeto de múltiples traducciones y revisiones, lleva a cuestionar la integridad de su mensaje original.
Muchos de los relatos bíblicos son inverosímiles o míticos, y presenta ejemplos de contradicciones y errores en la narrativa.
Se propone que muchas enseñanzas de la Biblia están obsoletas, misóginas, o en desacuerdo con los valores éticos contemporáneos. Están escritas por hombres de la edad de bronce, quienes inventaron no sólo a Dios, sino toda su voluntad y personalidad.
Como son mitos copiados de otros mitos, en su contenido mezcla: seres divinos, ángeles, demonios, gigantes, genocidios, leyes arcaicas para pastores ignorantes, guerras, adulterios, milagros, resurrecciones, viajes al cielo, en fin, fantasías de mentes febriles, casi al nivel de locura.
El avance de la democracia y el acceso a la educación han debilitado el control que la religión ha tenido sobre nuestra sociedad. La Biblia no debe ser institucionalizada y mucho menos utilizada en las escuelas, ya que es más bien un reflejo de la humanidad y sus fallas que es un texto sagrado “infalible”. ¡Los dioses no escriben libros, los libros los escriben los hombres!