Opinión Libre Pensar

La cancelación celebrada

La cancelación celebrada

Oscar López Reyes

En El Nacional, en 40 digitales y dos mil WhatsApps publiqué, entre agosto y septiembre de 2024, los artículos Maduro contra Chávez y El socialismo y Maduro hacia Nicaragua, en los cuales clavé puntillazos a Miguel Mejía por no renunciar como ministro sin Cartera para Políticas de Integración Regional, en su desobediencia a las directrices del Gobierno. Y lo repetí en conferencias que dicté en tres universidades (Unapec, UASD y CEF) -septiembre y noviembre-, pero tuvo que aguardar hasta el 9 de enero de 2025 para su cancelación, que se derrama como memorable y digna de un estudio sobre la permanencia de un incumbente estatal con tres presidentes dispares.

Esta desazón en el Gobierno fue tan inusitada -y con escasos precedentes- que me vi precisado a usarla con un comparativo entre los funcionarios públicos más y menos ruidosos. Versaron sobre La comunicación y el marketing desde el gobierno, Divulgación gubernativa: la noticia vs. la publicidad, y El sistema mediático gubernamental.

En ellas apostillé: “La desafiante desobediencia a las directrices oficiales del apasionado diplomático Miguel Mejía, quién con todo y su alejamiento de sus compromisos estatales, no renuncia a su cargo”.
El 4 de septiembre, Mejía nos había dejado boquiabierto: “El Gobierno está mintiendo” en su declaración sobre la incautación del avión del presidente venezolano Nicolás Maduro, retenido en el aeropuerto El Higüero. Y el 8 de enero de 2025, en un arrebato, el secretario general del Movimiento de Izquierda Unida (MIU) matizó en el “injerencismo” y subió de tono: Abinader convirtió el Palacio Nacional en un “un vertedero para exhibir todos estos fósiles” por el recibimiento al excandidato presidencial, dado como ganador, Edmundo González Urrutia. Y, olvidando el lenguaje plenipotenciario y refrescando el izquierdista clásico, se explayó: “el gobierno del presidente Luis Abinader tiene un lugar en la historia y es el zafacón por todas estas medidas tan desafortunadas que ha tomado».

A escasas horas del desmedido pronunciamiento, Abinader derogó su símil de 2016, que designó a Mejía con 300 mil pesos. Se interpreta que mantenerlo en el cargo entrañaba la mengua de autoridad presidencial, y rasgaba el cortinaje para que otros funcionarios emularan el comportamiento.

Mejía magulló unos nexos cimentados en la confianza, que le permitieron ingresar a la administración pública y durar 24 años, sin ser líder de un partido de masas. Puede ser pensionado, porque se ha hecho acreedor de derecho.

Ufano y sin observar respeto hacia el mandatario, celebró su destitución como una condecoración y no como una deslealtad a la República. Habrá que enmarcarla como un diploma chocante, porque son pocos los que salen de un cargo con el buen sabor de la gloria, salvo que se estime que valida y redime el socialismo anticapitalista.