Igual que se ha hablado y se habla de Trujillo y de Balaguer, se hablará del PLD y de sus pasados jefes Leonel Fernández y Danilo Medina, y la conducta que enseñaron a la militancia del partido morado. Tan extraña es la conducta de esa casta peledeista que debiera considerarse como exclusiva y connatural de ese conglomerado.
Salvo excepciones estos ciudadanos autoconsiderados inmortales extraterrestres se los considera clase única e irrepetible. Hablan el mismo lenguaje con inequívoco uso de la semántica que ellos practican en su beneficio.
El comesolismo por ejemplo, se le pegó al saborear la miel del poder con la estrategia de repartir funditas de noche entre compañeros como si fuese con dinero suyo. Lo hacían nocturno para evitar darles a quienes no fueran peledeistas.
Especializados en ponerles las manos a lo ajeno se hicieron vehementes defensores entre sí, negando los hechos bochornosos y delictivos cometidos.
A los administradores de las cosas públicas no les preocupaban los temas neurálgicos que aún afectan la tranquilidad, la salud y la vida de la población. Su encanto por las obras materiales se debe a que proyectaban y aumentaban la sumatoria de votos.
Es una clase con exceso de satisfacción de ellos mismos, de lo que hacen y de lo que son, sea bueno o malo, ya que no encarnan valores humanos ni respeto ciudadano ni constitucional. Por eso el Penco en vez de llevarlo al banquillo de los acusados a aclarar su posible situación penal, Danilo Medina lo ascendió a candidato a presidente de la república por el PLD, para entre los dos seguir aplanando los derechos del pueblo.
De ahí la crisis del PLD hasta dividirse en dos partidos, una mitad para cada uno de los dos supuestos líderes, donde los que se fueron se pintan de santos, como si no fueran la misma y única cosa, que comparten la misma impunidad y la misma corrupción de sus gobiernos. A pesar que el saliente era el presidente del partido, el otro actuaba libremente haciendo sus tropelías, consumándose hechos que lo titulaban y aun lo titulan como el más apoyador de la impunidad durante la vida democrática de la República Dominicana.
Uno sabia y el otro hasta se benefició de las acciones mafiosas de Odebrecht que salpicó al congreso y al propio Palacio Nacional. Sendos líderes tienen y acuñan grandes millonarios cuyas riquezas nunca podrán justificar a esta sociedad ni a los tribunales de la República.
Por. Lic. Santiago Martínez