Está cerca el instante en que dominicanos y haitianos batallarán campalmente, con detonaciones desagradables, en hospitales, escuelas, centros laborales, barrios y otros escenarios, para salvaguardar los nativos espacios y derechos que les están arrebatando extranjeros ilegales.
Otro ingrediente irritante se trenza por la presencia masiva de oriundos isleños en territorio dominicano, que está desencadenando un choque cultural, con el predominio idiomático, los hábitos personales extraños en la vía pública y otros relativos a un comportamiento que colisiona con el de los criollos.
El tropel flecha en la tirantez, por los despojos y los elementos extraños que invaden el cuerpo social. Los primeros enfrentamientos resuenan como advertencia. Y, en el filo de esa navaja, el Gobierno ha dispuesto la repatriación de un estimado de 10 mil ilegales por semana, en la aplicación de la Ley General de Migración 285-04.
La soberanía nacional tiene que ser resguardada con firmeza, sin asuntar a las presiones por instancias internacionales ilegítimas. Habrá otro circo para tratar de crucificar a la República Dominicana, especialmente por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, cuya injerencia ha sido rechazada por Estados Unidos, Cuba, Colombia, Bolivia y otras naciones.
Se busca que todos los ilegales sigan pisoteando las leyes y las costumbres dominicanas, e incluso que sean declarados como dominicanos. Los últimos presidentes han recibido consistentes intimidaciones hasta por las autoridades de Haití, que ha estado controlado por tropas foráneas y el narcotráfico.
La archi-traición del expresidente Danilo Medina, quien, arrodillado ante la coacción de que a la República Dominicana le aplicarán sanciones exteriores, auspició la aprobación de la Ley 169-14 sobre Naturalización, para derrumbar la sentencia 168-13 del Tribunal Constitucional, que considera como nacionales solo a los nacidos en el territorio dominicano de padres dominicanos o residentes legales.
Los del habla creol que no soportan las miserables condiciones de vida en su lar nativo, exhiben resentimientos y una conducta anormal, hasta el extremo de que con frecuencia profanan la bandera nacional. Internamente, tienen como punta de lanza a William Charpentier, coordinador de la Mesa Nacional para las Migraciones y Refugiados, y el ex cónsul Edwin Paraison, quienes mediáticamente son más realzados que defensores de la patria.
Como no quieren recibir a más pronunciantes del gourde, Estados Unidos arrecia las denuncias para que el gobierno dominicano nacionalice a todos los sin papeles. Aparentemente estimulado por ese respaldo, bailaron frente al Palacio Nacional, con irrespeto al presidente Luis Abinader.
La repatriación representa la salvación de la patria, y los partidos se volverán impopulares si no se plantean la defensa de la soberanía. Pregonar el pretexto sobre los derechos humanos y buscar los mentados “bajaderos” auspiciará choques mortales entre dominicanos y haitianos. Esa batalla está más cerca de lo imaginable.