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La chercha

La chercha

Elvis Valoy

Atesorado como dominicanismo de arraigo antropológico, y con una acepción que exhibe una génesis y un desarrollo sociológico sinuoso, se encuentra el vocablo «chercha», palabra que se ha convertido en precisa al instante en que queremos referirnos a batahola, algarabía, bulla, etc.

Los orígenes de este término se remontan a la intervención haitiana del año 1822. El 29 de noviembre del año 1824, el presidente Jean-Pierre Boyer trajo desde Estados Unidos a los que la población dominicana llamaría cariñosamente los «americanos de Samaná» (Harry Hoetink), que era un grupo de ex esclavos estadounidenses, asentados en esa localidad por el régimen injerencista.

Se calcula en alrededor de 6 mil los libertos que ingresaron al país, acogiéndose a las facilidades que les otorgaba la administración haitiana. Muchos murieron como consecuencia de enfermedades.

Los colonos extranjeros recibieron tierras y se fueron insertando a la cultura dominicana hasta terminar totalmente «aplatanados», y las nuevas generaciones «soltando en banda» el idioma inglés.

Apellidos como Vanderhorst, James, Shephard, etc., tienen sus ancestros en ese grupo asentado en el país a mediados del siglo XIX.

En 1870 se contaban en Samaná unas 500 personas descendientes de libertos. Desde su llegada hace más de 200 años, los inmigrantes fundaron su propia iglesia metodista.

En 1922 varios reverendos se unieron a clérigos capitaleños y formaron la Iglesia Evangélica Dominicana, que es la que está en la calle 19 de marzo, de la Zona Colonial.

Pero en Samaná se encuentra la «Chorcha», un templo que se caracteriza por sus cánticos, sonidos musicales, percusión, coros, y su feligresía dice ir para la «church», que acabó siendo la «chercha».