La reforma fiscal es uno de los temas sobre el tapete económico y político que más perturba a los dominicanos. No hay condiciones para su aprobación total, pero si para irla metiendo a cuenta gotas.
Todos los gobiernos le han cogido miedo a tomar acciones que aprieten el cinturón de los contribuyentes y dominicanos en general. Ahora mismo la expectativa es como vendrá la reforma y cuál será su alcance.
Pero en la práctica todo dependerá de la coyuntura y solo un disgusto general de la población podrá evitarla. Es imposible abrir una reforma con los precios de los comestibles y servicios sometidos a la oferta y la demanda desmedida.
La reforma fiscal arrinconaría en la miseria a la mayoría de los dominicanos. Con el dólar por encima del 60 por uno, el peso queda en la práctica devaluado y una reforma podría traer el caos.
No pasaría así si se hace esa reforma a cuenta gota. Paso a paso, dando pellizcos para que los dominicanos se vayan acostumbrando a tener sobre sus espaldas una mayor cuota impositiva.
No solo están los impuestos que podrían ser reajustados, sino la eliminación de subsidios. La economía dominicana se mantiene a flote por la gran cantidad de subsidios, que se aplican para mantener precios controlados, pero que da pocos resultados en la praxis.
Si pasamos revista la anarquía sumerge, ahoga, a los subsidios. El transporte está subvencionado, pero los choferes fijan los precios a como les dé la gana. La carne de pollo, y otras, también tienen protección y los precios son de oferta y demanda.
Todos los gobiernos de los últimos años han tenido miedo de hacer su reforma fiscal. Leonel Fernández, la guardó, Danilo quiso aplicarla y abandono ese proyecto, y Luis Abinader también le coqueteó en su primer gobierno.
Las consecuencias de índole social, la tranquilidad colectiva y la erosión en la base de popularidad, es lo que lleva a los gobierno a no entrar en una reforma fiscal. Y de hecho, aunque sea un trago amargo, la reforma es inevitable. Puede ir en pequeñas dosis, pero se tienen que revisar impuestos y subvenciones.
Luis Abinader es el presidente que tiene ventajas para hacer una reforma de baja intensidad. No va a ser candidato presidencial, tiene buenos márgenes de popularidad y, están muy lejos las elecciones nacionales.
De todos modos, dependiendo de la coyuntura del momento, la reforma se podría comenzar a aplicar a cuenta gotas, paso a paso.
Por: Manuel Hernández Villeta