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La cuentística  de Galván

La cuentística  de Galván

A través de un amigo común  (Rafael Pineda) conocí las bondades y las prendas morales que como ser humano adornan el nombre de Héctor Galván, ahora he tenido la oportunidad de conocerlo en su faceta de escritor y puedo decir que he quedado gratamente sorprendido desde el primer instante en que tomé en mis manos su libro de cuentos “Partida sin retorno” y me embarqué en esa mágica aventura que es el mundo de la lectura.

Sin que mis palabras pretendan ser un oráculo al estilo de Apolo ni de la mítica Casandra, me atrevo a decir que Héctor Galván es un excelente cuentista y que lo será aún más en la medida en que ejercite sus aptitudes literarias. Aunque los temas literarios tienen un carácter finito, el mundo donde estos temas se desarrollan son, sin embargo, infinitos.

“Partida sin retorno” está constituido por veinticinco cuentos, un número extraordinario para cualquier autor, sobre todo si se tomo en cuenta las dificultades del género.

Recordemos que un maestro de la narración breve como Julio Cortázar afirmaba que si de un libro de cuentos, sólo el treinta por ciento de los textos era bueno, estaríamos en presencia de un gran libro de cuentos.

Pero este número revela otro dato importante y es, que el autor al cual estamos haciendo referencia, es un trabajador incansable.

Héctor Galván supera con creces ese porcentaje, pero como es natural, unos textos llaman más la atención que otros, cabe destacar sin embargo, lo limpia y  bien cuidada de su prosa, en donde él, como los verdaderos maestros del género, se vale de todos los recursos que el mismo género pone a su disposición.

Un acierto, sin dudas, es haber comenzado su libro con el cuento ”El hombre de fuego”, porque dentro de éste flota una sutil melancolía, una especie de inefable tristeza que en principio desconcierta al lector y que no sabemos hacia donde nos conduce, porque de la manera más hábil el autor nos ha sustraído un dato de vital importancia y sólo ha sacado a relucir al final, para sorprendernos. Este el recurso que todos los cuentistas conocemos con el nombre de “dato escondido”.

Desde el punto de vista geográfico, los cuentos de Héctor Galván son de todos los lugares y de ninguna parte, aunque en muchos de ellos parezcan que están dominados por las costumbres y el ambiente de los Estados Unidos.

En ellos se pueden advertir en mayor o menor grado el viacrucis y el desarraigo que sufren los latinos en aquellas latitudes, en especial aquellos que pertenecen a la denominada diáspora literaria. Naturalmente, dentro de esa diáspora no pueden estar ausente los escritores dominicanos y dentro estos últimos, tampoco puede faltar el nombre de Héctor Galván.

En el segundo de los cuentos de este autor nacido en San Juan de la Maguana, la voz que narra se desdobla y cambia de género. Ahora una voz femenina se encarga de contarnos las peripecias del personaje principal.

Esto tiene la virtud y el inconveniente al mismo tiempo, de que impide, o hace muy difícil, que el autor pueda transferir a los personajes, tanto a los primarios como a los secundarios, algo de psiquismo.

La experiencia nos ha revelado que no existe un texto dentro del cual el creador no intente revelar algo de sus propias vivencias. El texto al cual estoy haciendo referencia, es el titulado “Ya por fin soy mujer”.

“Todo un hombre” es un cuento que nos remite a un texto homónimo de Juan Bosch, pero aun cuando los títulos sean iguales, la temática de ambos los diferencia.

De manera implícita este trabajo contiene una gran lección de humanidad, en la que predomina la importancia de enseñar con el ejemplo.

Tengo la impresión de que esta breve joya literaria es un acontecimiento demasiado cercano al autor, pues la dosis de ternura que contiene sólo puede surgir cuando el amor, no importa si es filial, paternal o de otro orden constituye la brújula que orienta nuestros pasos por el mundo.

“Todo un hombre” contiene además una virtud adicional y es que la voz narrativa utilizada para que nos entere de la anécdota, es la más difícil de utilizar desde el punto de vista literario. Comienza de la siguiente forma: “A ti no te gustaba estar con ropa en la casa”, lo que de entrada nos advierte, que la voz que narra pertenece a la segunda persona del singular, es decir, a el “tú”.

¿Y por qué resulta tan difícil utilizar dicha  persona narrativa?, pues simplemente porque esa voz le está contando al lector un hecho que a este le pertenece, pero que él como personaje literario desconoce.

Es como si alguien nos estuviera contando un pasaje de nuestra vida que, por las razones que fuese, hubiésemos olvidado absolutamente.

El pelotero” es otro de los cuentos que deslumbran por su brevedad, a pesar de tener un carácter anecdótico que nos obliga a dejar escapar una sonrisa.

La trama es sencilla: la banalidad de las conversaciones que se suscitan entre los viajeros de un autobús que va de New York a Providence, donde el pelotero, un ejemplo de los  tantos jovenes que se desplazan a Estados Unidos en busca del llamado “sueño americano”, es el único que parece estar orgulloso de su origen latino.

El Nacional

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