Entre el saliente ministro de Hacienda, José Manuel Vicente, y el entrante, Magín J. Díaz, no existe diferencia alguna en su manera de pensar sobre las condiciones en que está la economía y las decisiones que se requieren para sanearla. Si entre ellos ha habido puntos de vista encontrados no han sido más que circunstanciales, derivados en gran medida de determinadas coyunturas políticas.
Al optar por Díaz como titular de Hacienda, entidad que entra en una nueva fase con la incorporación del otrora Ministerio de Economía y Planificación, el presidente Luis Abinader apuesta por el modelo basado en el equilibrio que ha trillado, sin apretar mucho la tuerca, desde que asumió en 2020.
Antes que un político, quien por más competente que sea no siempre genera la misma confianza en inversionistas nacionales y foráneos, Abinader decidió asegurarse al preferir un profesional independiente, con o sin comillas, bien calificado, para lidiar con los desafíos que supone un panorama con tantas incógnitas como el dominicano.
El mandatario tiene bien definidos sus objetivos y los medios para lograrlos. La designación de Díaz encaja con el fortalecimiento del sistema institucional asumido como jefe del Estado. Además del acentuado énfasis en la transparencia Abinader se ha decantado por erradicar el partidarismo político de entidades como la Procuraduría General de la República, la Cámara de Cuentas, los tribunales Constitucional y Superior Electoral (TSE), la Junta Central Electoral (JCE) y la Suprema Corte de Justicia. Y no es que el PRM carezca de profesionales con la solvencia moral para desempeñar los cargos con tanta eficiencia como el que más.
La consolidación del sistema institucional, que podría ser el gran legado de Abinader, aunque todavía sea muy temprano para la evaluación, se patentiza con la advertencia a los presidenciales de su partido de que tendrán que elegir, porque no se podía ser precandidato y funcionario al mismo tiempo. No era lo que se estilaba en un país en que las oficinas públicas se convertían en comandos de campaña de aspirantes a posiciones.
Abinader ha marcado una diferencia de la que la designación de Magín J. Díaz como ministro de Hacienda, sobre todo en víspera de un proceso electoral, es un ejemplo. No ha de olvidarse que durante muchos años se citaba la crisis institucional como uno de los principales lastres para el progreso y el desarrollo del país.
La corrupción y la impunidad campeaban por sus fueros y el tráfico de influencia estaba a la orden del día. Hoy, como resultado del nuevo estilo en el ejercicio del poder, la marca país se ha fortalecido en materia de confianza, seguridad y estabilidad.