Editorial

La mofa de Almagro

La mofa de Almagro

En una entrevista concedida a CNN, el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA) pareció mofarse de que en una isla pequeña como la Hispaniola cohabiten dos naciones, República Dominicana y Haití, y llegó a señalar que la más grande del mundo es territorio de un solo país, Australia.

Aunque el señor Luis Almagro resaltó las pronunciadas diferencias históricas y culturales entre ambas poblaciones, sus declaraciones oscilan entre la ofensa y la imprudencia, además de mostrar una crasa ignorancia sobre los orígenes de esos Estados.

Lo que hoy es República Dominicana es resultado de una heredad política, cultural y antropológica de los colonizadores de su territorio, el Reino de España, en tanto que Haití es la evolución de las sucesivas ocupaciones de la parte occidental de la isla por súbditos franceses, despoblada por orden del Rey de España, Felipe III, al gobernador Antonio Osorio en 1603, con la finalidad de erradicar el contrabando.

El secretario Almagro debería saber que con el paso del tiempo, el imperio francés convirtió al territorio haitiano en su colonia más productiva en América, para lo cual trasladó hasta esa posesión a miles de esclavos africanos, en tanto que España, aquejada por un capitalismo tardío, virtualmente abandonó a su suerte al Santo Domingo español.

Haití se emancipó de la esclavitud y proclamó su nacimiento como Estado soberano en 1804, mientras que los dominicanos proclamaron su separación del dominio haitiano en 1844, y del último coloniaje español, en 1863, por lo cual, sobre la isla de Santo Domingo y Haití cohabitan dos naciones con orígenes diferentes.

El secretario Almagro debe asumir como una ofensa cada vez que algún desaforado se mofa de su patria, Uruguay, al señalarla como provincia de Argentina, porque esa nación sudamericana enhiesta con orgullo sus orígenes. Los dominicanos también exigimos respeto sobre nuestro pretérito histórico.

Ante lo dicho por el señor Almagro, sobre lo extraño que le resulta que dos Estados ocupen una misma isla, el Gobierno dominicano debería responderle que tales expresiones resultan altamente ofensivas y reveladoras del oculto propósito de otras extravagantes declaraciones suyas que lesionan el principio de soberanía y autodeterminación de la República Dominicana.

Es claro que el secretario general de la OEA no resulta un árbitro confiable para ningún tipo de controversia en que esté envuelto el gentilicio dominicano, sobre el que ha vertido expresiones afrentosas e infamantes.

El Nacional

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