Opinión Libre Pensar

La muerte me huye

La muerte me huye

Oscar López Reyes

(I)
La liza social y política tras la libertad y contra los ultrajes públicos expone a peligros potenciales. Y se acrecienta cuando se une con el periodismo audaz. La muerte acecha. Diez veces he sobrevivido episodios impactantes, que se sombrean como paradigmáticos.

Caída avión (1). “Voy a Santo Domingo en este vuelo”, dije en American Airlines, en el aeropuerto John F. Kennedy, en Nueva York, la mañana del lunes 12 de noviembre de 2001. “Ya esa nave está subiendo”, me respondió una dama, en el instante en que el AirBus A-300 estallaba en el aire y caía a tierra, incendiándose, con 260 personas a bordo. Todas quedaron calcinadas. Tarde llegó a buscarme el Lincoln Towcar que me transportó al aeroparque, porque amaneció con una goma pinchada y el chofer tuvo dificultad para aflojar las tuercas. “Entre los ocupantes del avión estaba Oscar López Reyes”, destacaban los medios. Escribí el libro “No estaba en el avión. Crónica sobre la caída del vuelo 587”.

La bala (2). La noche del 25 de septiembre de 2016 estaba sentado en la galería de mi apartamento, y en el instante en que decidí pararme para ir al baño, una bala cruzó justo en el espacio donde estaba mi cabeza, y destruyó el vidrio de la ventana. Agentes de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía Nacional fueron a la residencia, se llevaron el proyectil que impactó en la vivienda y luego dijeron que se trató de una bala perdida.

Previo a ese extraño dictamen, la denuncia también fue hecha ante el juez Willy de Jesús Muñoz, quien prestó oído sordo y luego fue suspendido por la Suprema Corte de Justicia por haber dispuesto el traslado desde Najayo a San Francisco de Macorís -por un supuesto cáncer en la lengua- de Pedro Alejandro Castillo Paniagua (Quirinito) – prófugo desde el 2017 hasta ahora-, condenado a 20 años por la muerte de Gustavo Adolfo Cervantes (Waikiki).

La poblada (3). Después del mediodía del 23 de abril de 1984, una descarga de tiros rozó una camioneta tipo Van de El Nuevo Diario, desde la cual cubríamos como periodista un saqueo en la avenida Charles De Gaulle esquina carretera de Mendoza, en la zona Oriental.

Las balas hirieron a un joven, que se desplomó a los pies de quien escribe. Lo llevamos al Darío Contreras, y a las tres de la madrugada nos retiramos de El Nuevo Diario, en Don Bosco, junto a Osvaldo Santana, Héctor Tineo y Luis Minier Montero, vadeando gomas encendidas y advirtieron a militares bajo la protección de un gigantesco letrero: prensa. Luego publicamos el libro Poblada y matanza (1984). Tres días de protestas y otros relatos, y testimoniamos para una película.