(II)
El afiche (4). En febrero de 1970, yo pegaba un afiche -subido a los hombros de Lalin- del Partido Comunista de la República Dominicana (Pacoredo) contra el régimen de Joaquín Balaguer, en Barahona. Apuntando sus armas de fuego, dos agentes de la Policía nos ordenaron: ¡paren!. Abigail y yo huimos y cuando Lalin lo intentó, cayó al suelo y quedó arrestado. Fue víctima de una horrorosa paliza por uniformados, entre ellos Uladislao Rodríguez Bautista (El Hippie), quien en el 2006 fue acusado por la muerte del cambista Héctor Méndez.
Abigail marchó a Haina, desde donde viajó en un barco a España, y a la semana Lalin fue libertado y también se agachó en otro barco, en el cual arribó a Nueva York. No regresaron a su país. Yo abandoné mi pueblo en 1976.
Cuatro muertos (5). El 16 de marzo de 1970 Alfredo López, Alfredo Bourroughs, Víctor Peláez y este servidor nos dirigíamos, a eso de las 7 de la noche, al parque Los Suero (Barahona), a una manifestación en reclamo del medio millón de pesos para la UASD y contra los crímenes de la dictadura ilustrada de Balaguer.
Luis López Méndez, corresponsal clandestino de Radio Comercial, nos devolvió: ¡Eso no es para muchachos! Al rato de retirarnos por esa exhortación, retumbaron las ráfagas de ametralladoras, los apresamientos fueron masivos y al día siguiente se conoció que Gilberto Díaz y su hijo Rafael Sánchez, Teodoro Torres y Eusebio Reyes fueron fusilados por el sargento Lucas del Rosario Medrano (Ráfaga), quien en 1995 fue abatido en San Cristóbal.
¡Ten cuidado! (6), que será agredido, me susurró un caballero antes de yo dictar una conferencia en el Sur, en 2014. Me identificó a los dos jóvenes que tenían asignada la misión de embestirme por haber planteado la hipótesis del suicidio de Narciso González (Narcisazo).
Dos acompañantes les advirtieron las consecuencias de la acción que tenían proyectada ejecutar, por lo cual se retiraron de inmediato. Días antes, un amigo inseparable de Narcisazo, Jimmy Sierra, fue amenazado de muerte telefónicamente cuando hacía una intervención por la Z-101, corroborando con mi presupuesto. Ese otro entrañable le advirtió que actuaría si seguía -junto con el otro- sazonando el asunto de Narcisazo.
A los primeros y extendidos investigadores del Ministerio Público, Bolívar Sánchez y Frank Soto, actual juez de la Suprema Corte de Justicia, les abundé sobre mis novedosas indagatorias. Los dos fiscales hacen constar sus nuevas opiniones en mi libro Narcisazo: ¿Homicidio o Suicidio? -Las dos caras de una ausencia misteriosa-, que sirvió de base para exponer en cuatro paneles, en más de 50 programas y a los jueces de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La hipótesis cada día cobra