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La oposición en su laberinto

La oposición en su laberinto

Luis Pérez Casanova

Desde el punto de vista teórico, el papel de la oposición política en una democracia es contestar al poder con alternativas legítimas y servir de contrapeso para evitar la monopolización de decisiones que lesionen los intereses de la mayoría.

Pero en países como República Dominicana, la oposición —tanto en el presente como en el pasado— se ha reducido casi siempre a drenar la base de sustentación de los gobiernos por medio de acciones no siempre legales, o a críticas sin fundamento, con el único objetivo de generar crisis que minen el sistema institucional.
En otras palabras: se apuesta al fracaso como recurso para allanar el camino hacia el poder.

En el rol actual de la oposición —integrada por Fuerza del Pueblo, que lidera el expresidente Leonel Fernández, y el PLD, del expresidente Danilo Medina— intervienen otros factores que cuestionan la narrativa de ambos.
Tras 16 años en el poder de manera ininterrumpida, la calidad de las dos organizaciones es mínima para plantear soluciones frente a desafíos reales o ficticios que sacuden la administración del presidente Luis Abinader.

Los problemas, o han sido heredados, o son resultado de un nuboso panorama internacional que ha incidido incluso sobre las grandes economías.

No ha habido un escándalo de corrupción, lavado o narcotráfico que el presidente Abinader no haya enfrentado. Si no fuera así, bastaría con citar algún caso.
El esfuerzo por la transparencia y la rendición de cuentas ha sido notorio, al igual que el interés por consolidar la institucionalidad.

Desmoraliza que no se haya avanzado más en la implementación de reformas necesarias y que persistan privilegios como los de los congresistas. Sin embargo, son decisiones que no pueden imponerse, sino pactarse. Y en ambos casos la oposición no ha mostrado interés o ha sido renuente.

En aras de la independencia de los poderes, al Ejecutivo no le luciría presionar a la Justicia para que sea más eficiente en los casos de corrupción del pasado y del presente.

Son muchas las teclas que la oposición no se atreve a tocar, y si lo hace, pierde más de lo que gana. En el laberinto en que está, la banalidad y el ruido mediático son su recurso más a mano.
Con cualquier crítica, corre el riesgo de que desde el Gobierno o sus aliados se le recuerden sus propias gestiones, como ocurrió hace unos días cuando el exdirector de la Policía y dirigente de Fuerza del Pueblo, Rafael Guillermo Guzmán Fermín, cuestionó las estadísticas de seguridad ciudadana.

Lo mismo sucede cuando se habla de narcotráfico o de corrupción. En la encrucijada actual, al no poder sacar mucho la cabeza, la oposición deberá cambiar de estrategia si aspira a convertirse en opción de poder para 2028.