Enardecidos grupos protestando en calles y avenidas; sangrientos enfrentamientos entre la policía y manifestantes; saqueos a establecimientos, tiros, pedreas, muertos, heridos, caos, etc. Esa es la idea que tenemos sobre una poblada, remontándonos a los acontecimientos ocurridos tanto en Caracas en febrero del 1989 como en Santo Domingo en abril del 1984.
Pero no es así: la poblada ya llegó. Es diferente a como la concebíamos. Sus características son extrañas, pero sus efectos son tan letales como la clásica. Su violencia se expresa de otra manera, y su víctima es actualmente la población inerme y sin capacidad de poder cambiar ese estado de cosas.
La poblada vino de la mano del gobierno: La impuso la delincuencia que ha “decretado su autoridad” en zonas urbanas y rurales, por encima de la autoridad estatal. Esta rebelión de los inconformes y cuestionadores impulsivos de la pobreza a que los ha sometido el manejo de la actual economía de la élite “ha dictado” rebeldía absoluta en contra de la ciudadanía que es el blanco de sus feroces ataques.
La poblada, como la COVID 19 y la gripe, llegó para quedarse, ayudando a aplicarla la incapacidad de los estamentos del gobierno para mejorar las condiciones de vida de la gente. La entronizó el alto costo de la vida y la espiral inflacionaria que aniquila las economías de la clase media y los sectores populares.
El fracaso gubernamental la alimenta. Los llamados cuadrantes del Ministerio de Interior y Policía y del señor Vila no han llegado ni a triángulo, y el simple hecho de regresar vivo al hogar es motivo para una plegaria.