Opinión Libre Pensar

La Semanal presidencial

La Semanal presidencial

Oscar López Reyes

(I)
Una cifra apreciada de pobladores cree, sostenidamente, que los periodistas que cada lunes acuden a La Semanal con el presidente Luis Abinader, en el Palacio Nacional, van a acomodarle la silla y formularle preguntas generosas, para que toque la Quinta Sinfonía de Beethoveen. En las transmisiones (video y audio en vivo por internet o streaming), a los receptores se les presenta el chance de verificar si ciertamente ellos portan audífonos con baterías potentes o sulfatadas.

Como prueba al canto, el conversacional público del jefe de Estado con periodistas no se encuadra en un guion, con interrogantes elaboradas por los estamentos de relacionamiento oficial, como para que el mandatario pueda levantar un elefante con una sola mano. No. Son absolutamente libres.

Antes de las 5 de la tarde, el primer ejecutivo de la nación sube tarima y se sitúa frente a un pódium en el Gran Salón de las Cariátides. En dos micrófonos chiquitos, informa el tema a tratar, y empieza leyendo un texto, apoyado por imágenes desde una pantalla. A su frente se ubican unos 40 periodistas, que cubren la fuente del Palacio Nacional; productores de TV, radio, digitales y articulistas.

A su izquierda (franco sur) se sientan altos funcionarios invitados que se pronuncian con retóricas en su buen desempeño, pero la mayoría se traga las palabras con sus cerebros fijados con prudencia hacia los balcones, pisos pulidos de caoba y lámparas de cristal. También se posicionan invitados especiales, como estudiantes, deportistas y socorristas.

Los periodistas no usan camuflajes y, para despejar su condición de vampiros, cuando les toca el turno dialogante se identifican con sus nombres y los medios que los acreditan y, sin gritar como el pasajero de un autobús, interaccionan improvisadamente, lejos de pautas estatales.

Como termómetro de lo antes dicho, chequee usted que, corrientemente, el presidente de la República bromea y enmienda la plana a periodistas ante malentendidos o si se tornan imprecisos o -muy contadas veces-, insolentes.
Un estorbo de La Semanal son los discursos cansones, que se apartan de las reglas periodísticas, porque dislocan y consumen minutos. También ha sido vedada la referencia político-electoral, que son inconvenientes en este conglomerado politizado.

Por igual, dificulta que un periodista suelte dos y tres indagaciones, que pudieran enredar al entrevistado -que anota y refleja buena retentiva- y quitan la oportunidad a otros colegas para intervenir, particularmente para los que cubren la fuente palaciega, que son los más dinámicos e interesantes de La Semanal.

Cuando el presidente Abinader termina su exposición, se abre el turno de consultas, que dura unos 30 minutos, y que versa sobre el leitmotiv enfocado y otros de relevancia nacional. Los periodistas elevan entre 10 y 12 averiguaciones de curiosidad colectiva o del órgano que representan.