Editorial

Lección de sensatez

Lección de sensatez

Los obispos católicos han desvinculado a la Iglesia Católica de la carta del padre Manuel Ruiz al presidente Danilo Medina, en la que acusa al mandatario de manipular el tema del aborto para impulsar el proyecto de la reelección.

La Iglesia ha hecho bien en aclarar que los motivos de esa misiva son personales, que no corresponden en todas sus partes a los criterios y posición de los obispos, quienes expresan su disposición de mantener junto al Gobierno la promoción de obras sociales.

El Padre Ruiz comunicó en esa carta su decisión de “hacer una pausa” en su rol de enlace entre el Gobierno y la Iglesia, a lo que sin dudas tiene derecho, pero, al incumplir con su deber de comunicar esa medida a sus superiores, involucró a la Iglesia con juicios a todas luces desconsiderados y temerarios.

Con expresiones afrentosas contenidas en esa carta, el Padre Ruiz faltó a la Conferencia de los Obispos, que lo designó como enlace de unas relaciones entre Iglesia y Estado que están signadas por un acuerdo con la Santa Sede, conocido como Concordato.

Equivocado o no, al presidente Danilo Medina le asiste derecho a observar en tiempo hábil una ley, como al Congreso de aceptar o rechazar esos reparos, sin que el ejercicio de esa prerrogativa motive a nadie a arrogarse dispensa para el insulto o la diatriba.

El debate en torno a la despenalización del aborto debe mantener el carril de la sensatez y del respeto a intervinientes físicos y jurídicos, porque lo que se defiende es la razón, el derecho y el bien común, a sabiendas de que en el régimen político dominicano impera el principio de separación de poderes.

Lo mejor sería que como buen cristiano, el padre Ruiz se disculpe por las expresiones ofensivas contra el presidente Medina y su familia, en el entendido de que tales desafueros enrarecen la discusión en torno a un tema que, como el aborto, tiene ribetes de trascendente.

Al desvincularse de una acción temeraria y personal en la que ha incurrido un sacerdote de notable y larga trayectoria de servicios comunitarios, la Iglesia ofrece una valiosa lección de sensatez que la hace merecedora del aplauso ciudadano.

El Nacional

Es la voz de los que no tienen voz y representa los intereses de aquellos que aportan y trabajan por edificar una gran nación