Siempre he creído que la Historia es circular. Aquí, supuestamente, se están deportando diez mil haitianos semanalmente. ¿A quién se le ocurrió tan “brillante” idea? No sabemos.
Lo que sí recordamos es que cuando Leonel, presionado por los “nacionalistas unilaterales”, intentó algo así, la industria de la construcción se desplomó, porque como siempre hemos dicho: A quienes hay que encarcelar es a los que no cumplen la Ley de Contratación 80/20, es decir 80 dominicanos por 20 extranjeros, no a los infelices tratando de escapar del hambre.
Y digo que la Historia es circular, porque en 1894 se decretó una Ley en Haití que prohibía el ingreso de los árabes, incluyendo a los libaneses, cuyo crecimiento económico había sido tan fenomenal, por su tradición fenicia ancestral como comerciantes, que había desatado una gran animadversión en la población, provocando el acoso de los libaneses, a quienes difamaban como “monstruosos descendientes de Judas”. En los pueblos se atacaban las tiendas árabes y la prensa permanentemente incitaba al odio, exigiendo la expulsión de los árabes de Haití.
Durante los siglos 19 y 20, libaneses, sirios y palestinos eran considerados “inmigrantes indeseables”, cuyas primeras oleadas de emigración ocurrieron en 1860, a partir de las matanzas de los cristianos Maronitas perpetradas por los turcos, lo que es doblemente irónico ya que el pueblo los denomina “turcos”, aunque fueron precisamente ellos sus verdugos. Los Maronitas, se parecen a los católicos, lo cual facilitó su matrimonio con hombres y mujeres locales y su rápida integración a las burguesías autóctonas.
Hoy, hay 10 millones de brasileros que son de origen libanés; 4 millones entre Argentina y México y no sé cuántos aquí, pero para inicios del 1900 los árabes, mayormente libaneses, habían acumulado grandes fortunas con el comercio, y hoy son parte intrínseca de nuestras estructuras de poder político: (Abinader, Seman, Isa, Haza, Hatton…). En Brasil, Michel Temer, libanés, fue presidente entre 1916/19; Ecuador: Abdala Bucaram, 1996/97; Argentina: Carlos Menem, 1989/99; Venezuela: los Saab Tarek, son un imperio; México: los Nacif, Kuri y Slim; en Salvador: Bukele.
El éxito de los libaneses provocó los versos del poeta Fawaz: “Ser libanés es tener un país que nunca he vivido, pero es mío”. Y, “Ser libanés no es una nacionalidad, es un oficio”.
Es por eso que siendo un país gobernado por inmigrantes, donde el cocolo Rey Guevara dejó sin nacionalidad a más de medio millón de dominico/haitianos, nos preguntamos: ¿Es que el ser humano nunca se coloca en lugar del otro cuando adquiere posiciones de poder? ¿Son las animosidades entre libaneses y haitianos las que provocan la deportación masiva de trabajadores haitianos? Y nos lleva, ¡horror!, a coincidir con el extremismo neonazi republicano?