¿Acabarán con delincuencia?
(y II)
Aunque desde que el mundo es mundo pululan sujetos con costumbres bandidescas para sustraer objetos ajenos, hay etapas y territorios en los que son más abundantes, como ocurre en República Dominicana, donde en las dos primeras décadas del siglo XXI los pillajes han crecido desproporcionadamente.
Por el 1940, 1950 y 1960, los ladrones esperaban altas horas de la noche, o las madrugadas, para penetrar a las casas cuyos dueños eran de medianos ingresos, aprovechando que estaban en el quinto sueño. Ahora, los atracos a plena luz del día han sido colectivos en clínicas, hospitales, restaurantes, universidades, escuelas, cementerios, plazas públicas y guaguas y, apertrechados de pistolas y ametralladoras, los cacos golpean, matan y enfrentan a tiros a los policías.
Más de un 25% de la población ha sido víctima de asaltos. Incesantemente, los medios de comunicación son receptores de denuncias sobre asaltos pero, lastimosamente, éstas no tienen cabida debido a que habría que preparar un listado interminable, algo así como ponerse a cantar los números de la Lotería Nacional. Catervas dan palizas o queman a las ganzúas, que duran menos en las ergástulas que una gallina en un pajar.
El auge de los delitos echa sus raíces en el crecimiento desordenado de las ciudades, la ruptura de los vínculos tradicionales de la familia y la comunidad, la escasa formación juvenil, el desempleo, la exclusión social y la impunidad. Sin una política pública efectiva, esta epidemia seguirá subiendo.
Para prevenir, reducir o conjurar la delincuencia y la criminalidad, el presidente Luis Rodolfo Abinader ha lanzado el plan estratégico integral de seguridad ciudadana y convivencia pacífica “Mi país seguro”. Con anterioridad, los ex presidentes Hipólito Mejía motorizó la aprobación de la Ley número 96-04 sobre Institución de la Policía Nacional; en el 2005 Leonel Fernández el Plan de Seguridad Democrática y en el 2016 Danilo Medina el Plan Nacional de Seguridad Ciudadana.
Tanto Abinader como emisarios suyos han viajado a Nueva York, y técnicos especializados han visitado a Colombia, buscando con una linterna alternativas para menguar un fenómeno peliagudo, porque de la noche a la mañana jamás será fulminado. En esa arveja, “Mi país seguro” palanquea en cuatro cigueñales cardinales: 1) reformar la Policía Nacional, 2) duplicar el presupuesto a la Justicia, 3) integrar a la formación técnico-profesional a jóvenes que no estudian ni trabajan, y 4) aprobar la modificación del sufrido Código Penal, para endurecer las sanciones.
Si algún cristiano imbuido de las más sanas intenciones tiene otras iniciativas, ayudará a la Nación canalizándolas a través de la Comisión Especial nombrada por el mandatario para transformar a la Policía Nacional. Más que las protestas, los que triunfan ante el pueblo son los que formulan propuestas.