Danilo Medina: ¿Un testaferrato?
(III)
Quien diga que Danilo Medina ha sido el presidente más corrupto cometería el más perjurio grandilocuente. Y aquel que afirmare que habrá que glorificarlo como un simulador impenitente, sería un bufón, pero el que lo postule como un genio estratégico merecería que lo pongan a bailar con un monito sin dientes. Vivaquea -eso sí – como un manso niño de teta y un santo barón y, por su transparencia, los vecinos ya no le tocan cacerolas.
No estaría mal que fiscales y jueces le hicieran el saludo militar, entonándole, el himno de Francia, la Marsellesa, el más conocido y revolucionario del universo. Además de cumplir sus palabras con religiosidad y exquisito rigor científico, ¡sopla!, prorratea por su capacidad de ahorros. En el 2012 declaró tener 23 millones de pesos, y en el 2020 remontó a 28 millones, subiendo apenas cinco milloncitos. ¡Ji, ji, ji, ja, ja, ja!.
El mandatario devengaba 450 mil pesos mensuales, menos 125 mil pesos de impuestos y otras retenciones obligatorias. Si partimos de que el Palacio Nacional mantiene a los jefes de Estado, de los restantes 325 mil destinaba 120 mil a alimentos y otros rubros, como servicios hogareños, entonces le sobraban 205 mil pesos. ¡Aleluya!
Si los redondeamos en 200 mil y los multiplicamos por 12 (un año), su reserva anual ascendió a dos millones 400 mil pesos. Y en ocho años sumaron 19 millones 200 mil.
Casi todos los domingos, después de los brinquitos sobre los charquitos de sus visitas sorpresas, visitaba discretamente el Malecón Center, donde caminaba a solas por un pasillo familiar de una de sus torres. ¿Con cuáles hermanos y cuñados que constan en los expedientes acusatorios se reunía, y para qué…? ¿Acaso platicaba con Miguel Pimentel Kareh?, el poderoso director de la OISOE, que no ha sonado en ninguna de las operaciones antifraudes.
El testaferro no se emborracha con una simple puesta de Sol. No se tuerce ni cojea. Salta como un toro.
El prestanombres ha estado en la mirilla de la Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción (Pepca), que profundiza en las operaciones Antipulpo, que tiene como mollera a Alexis Medina, y Coral, que capitanea el mayor general Adán Cáceres.
La pavorosa Ley 155-17 sobre Lavado de Activos y Financiamiento del Terrorismo, que martilla en los sesos de los imputados precitados, en el numeral 11 del artículo 2 considera como delitos el testaferrato, el enriquecimiento no justificado, el cohecho, el soborno, el tráfico de influencia, la prevaricación, etc.
¿Acaso un testaferrato? Este puritano está protegido por la presunción de inocencia. La Pepca tiene la penúltima palabra -investigando profundamente para descartar o acusar-, y los jueces la última, para descargar o condenar.