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Libre pensar

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El periodista y los desafueros

Los periodistas que juzgan y amonestan son sometidos a presiones, advertencias, recomendaciones y súplicas por allegados, que cuidan su integridad física y que, por sus denuncias y opiniones, no manufacturen adversarios que recurran a la represalia. Esos precavidos atisban sus miradas enternecidas en la cazuela del conservadurismo más curtido y en inferencias incompatibles con los contenidos conceptuales del periodismo.

Ese discernimiento, encaramado en los temporales de embestidas universales (más de mil periodistas abatidos entre el 2000 y el 2022), encarcelamientos, ostracismos y otras privaciones), dispara la espiral de aprensión de los temerosos por su amigo o cuñado que interactúa en los medios. La Unesco computa que cada cinco días un periodista cae mortalmente.

En países como la República Dominicana, los asedios son menores. Y la preocupación detona más artificiosa, cómo no denunciar los desafueros de un gobierno ni sermonear contra un partido, para no tirarse enemigos; no inculpar a los gringos de intervencionismos, para que no que le quiten la visa; no reprochar el ambicionismo de empresarios, porque se rehúsan a pautarle publicidad, y no acusar a narcotraficantes, policías, militares ni delincuentes, porque atacan.

Si el periodista se alista, ensimismado, en esos flequillos, se va a pique: no está en capacidad de buscar, descubrir, examinar, evaluar y revelar, para poder acoger, dar la razón y encomiar. O para desaprobar o sancionar con expresiones escritas o verbales. Por esa incompetencia deja de escribir, como un lápiz embotado.
Ese reportero, que no reconoce el credo de The Times de Estados Unidos: “Difundir las noticias con imparcialidad, sin temor y sin favor”, se descalifica hasta para mirar. Naufraga. Hundido en ese cajón, es preferible no ejercer la profesión y ponerse a rezar en un tabernáculo.

Raya por debajo de la medianía más adocenada el que -por inseguridad o cobardía- soslaya pormenorizar, debatir, aprobar o recriminar los desmanes, como la corrupción y el crimen. En la difusión de noticias e ideas, y en sus interpretaciones y opiniones, el periodista asume un compromiso de servicio colectivo, que reclama sensibilidad humanitarista y solidaridad con la marginalidad.

La trilogía humanismo, ética y el pluralismo encarnan la esencialidad misional del periodismo: concienzativa, denunciativa, pacificativa, amonestativa, identificativa, igualitativa, patriótica, dialogativa, histórica y recreativa.
Evadiendo el arte de pensar, excitar los ánimos contra el coloniaje de toda laya, la inequidad y la ausencia de castigo, los más pesimistas, timoratos y convencionalistas señalan que el anterior decálogo encierra una utopía o quimera. Olvidan que la sociedad ha avanzado con el impulso protagónico de los diez puntos citados.

Y han aportado, en superior e inferior peldaño, el periodista asalariado, el periodista corporativo o lucrativo, y el periodista doctrinario, con su carga ideológica o religiosa.