Lenguaje sexista: un caos
(I)
Palabras, vocales, morfemas, grafías y dobletes supuestamente feministas están siendo utilizados en la cotidianidad, como una intromisión indeseable, que alteran inmisericordemente el idioma español. Ex profeso, se busca desconocer el milenario uso del masculino genérico (singular y plural), que identifica a todas las especies (humanas, animales y algunas plantas), y que no establece diferencia entre sexos.
La gramaticalidad estatuye el binarismo (binario o dual) no discriminatorio, porque -como lo especifica la Nueva Gramática de la Lengua Española- “el masculino es en español el género no marcado”, o sea, el integral y neutral que designa a todos los individuos sin distinción carnal, “y el femenino el marcado”, es decir, que –“igual que en otros idiomas”- se etiqueta como unisexo, porque opera para los dos.
Para comprender esta exposición, tenemos que separar género y sexo, porque en la lengua hay género, pero no sexo. El “Diccionario panhispánico de dudas” precisa que “para designar la condición orgánica, biológica, por la cual los seres vivos son masculinos o femeninos, debe emplearse el término sexo. Por lo tanto, las palabras tienen género (y no sexo), mientras que los seres vivos tienen sexo (y no género)”.
En esa andana debemos deslindar, razonablemente, ambos significados. ¿Qué género tienen las palabras mano y puño? Las dos terminan en vocal O. Mano posee género femenino, y puño abraza el masculino. ¿Sabemos por qué? No. Veamos ahora: la mano y el puño.
El género gramatical se determina por el empleo de los artículos (la mano y el puño); los sustantivos, entre ellos los epicenos -que nombran lo masculino y femenino, como el bebé-; los adjetivos, algunos pronombres, la terminación y el contexto socio-cultural.
Sexualizar el género (sexo biológico) fundamentado en los parámetros de la ideología feminista del lenguaje rompe el rigor científico, con lesiones profundas en los esquemas morfológicos y semánticos, en virtud de que “el género de los sustantivos es una propiedad gramatical inherente, sin conexión con el sexo” . Y no guarda relación, en lo absoluto, con la ineludible equidad de derecho, ni oculta a ese ser prodigioso -el único capaz de dar vida humana- llamado mujer.
El español, que comenzó en el año 1200 y que tonifica como la lengua más hablada (489 millones de personas), y otras romances o evolución desde los tiempos de Roma (portugués, francés, italiano, rumano y una veintena más), está siendo degradado encarnizadamente por un ortodoxo y desafiante movimiento feminista, el bloque LGBTIQ+ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexo, queer y más) y defensores de derechos humanos, que pretende llevarse por delante hasta la estructura morfológica y de sintaxis de la lengua española. Objetivo: ignorar el masculino como abarcador de todas las condiciones anatómicas, fisiológicas y psicológicas, para visibilizar a la mujer.