Las más recientes señales enviadas por el papa León XIV, con decisiones que amplían el episcopado dominicano, son evidencia palmaria de un proceso de evolución en la matrícula de la cúpula católica que marca de manera clara la intención de oxigenar ese órgano y perfilar un nuevo liderazgo religioso.
La salida de escena del cardenal López Rodríguez, por razones de edad y salud a partir de 2016, quitó a los católicos su máximo representante, por rango e incidencia pública, quien no ha podido ser reemplazado como líder espiritual, con presencia mediática determinante en la agenda de “la opinión publicada”.
La erección de una nueva diócesis dentro de la provincia eclesiástica del arzobispado de Santo Domingo, denominada Stella Maris, a cargo del sacerdote Manuel Ruiz (vinculado al cardenal) es un esfuerzo por dinamizar la zona pastoral de Santo Domingo Este, al margen de los asuntos propios de la capital.
La designación de arzobispo coadjutor para la arquidiócesis primada con vocación sucesoral, en la persona de Carlos Tomás Morel Diplán, con exitoso ejercicio eclesiástico desde La Vega y Santiago de los Caballeros, implica un acompañamiento al titular Francisco Ozoria hasta su retiro en octubre de 2026.
Para Morel Diplán es una anticipada designación como pastor de la catedral primada de América, para abrevar en la impronta de López Rodríguez y tratar de devolver a católicos principalía e influencia, con el impulso del nuncio apostólico, Piergiorgio Bertoldi, la mano maestra de estas decisiones.
El impacto de los nombramientos vaticanos debe repercutir en acciones que mejoren la participación e incidencia religiosa en el debate de los asuntos públicos, en el gobierno interno de la provincia arquidiocesana y en las tareas de animación pastoral para perfilar un nuevo liderazgo católico que elimine la opacidad y pérdida de influencia eclesiástica en el último decenio.

