ESTO PIENSO, ESTO CREO

Los honorables deberían ser la solución, pero esos son pocos ante los “onorables”

Los honorables deberían ser la solución, pero esos son pocos ante los “onorables”

Ramírez Ferreira

Estamos languideciendo como pueblo, en medio de una absurda sequia de prin­cipios y vergüenza que, poco a poco, cual, si fuese el ataque de una colmena de termitas, corroe las bases que nos sos­tienen como nación, como Estado y que, cada día, los políticos se empeñan en en­marañar la cruda realidad.

La ausencia de honorables representantes se agudiza en cada elección, siendo sus­tituidos por “Onorables” ne­gociantes insaciables, que se asocian a todo lo perverso y ruin de nuestra sociedad, sin que exista ley donde no sub­yace en su fondo, algún tipo de beneficio oculto para quie­nes las proponen, que mu­chas veces ni ellos mismos la han leído, por estas haber sido elaboradas en algún bu­fete de abogados o algún que otro “prospero” empresario pero que, de igual manera, las aprueban, alegando viles artilugios y manipulaciones que al final a quien menos be­neficia, es al pueblo.

A eso se refirió Aristóteles, cuando expuso que la co­rrupción era el desvío de la finalidad natural del hombre; cuando en vez de buscar el bien común, solo busca intereses privados y que, eso, era la transfor­mación del poder en tira­nía, que es precisamente, lo que nos ocurre, ahoga­dos, tiranizados por una camarilla corrupta que ejerce la política solo para satisfacer sus ambiciones personales. Y, no basta con que la corrupción se de­tenga en la puerta de cual­quier despacho si por igual conoce muy bien que ahí mismo, al abrir su puerta, se dará de frente con ella.

Pero este pueblo se com­porta como un pordiosero, mendigando sus derechos ante esta felonía política, sin hacer esfuerzo alguno que ponga un alto a este desmadre que han y llevan a cabo toda una asociación de partidos clientelistas y sus respectivas cargas de parásitos.

Ahora, nuestra juventud, solo desea ser abogado, pero, para ser po­lítico, donde ya son pocos los tigueres barriales que no aspiren a algún puesto electivo, aun sea como con­cejal para comenzar.

Pero, lo peor, es que no se conforman con obtener cualquier puesto dentro del andamiaje del Estado, si no, que hay que buscarle uno que le permita ingresar al mismo a toda su pandilla barrial. Por eso estamos y continuamos bien jodidos.

Tampoco hay que olvidar que muchos de estos “ono­rables”, en sus diferentes categorías, han sido prós­peros empresarios antes de estar dentro del Estado y, la pregunta sería, por qué no son lo mismo de exito­sos ejerciendo para el go­bierno, y, la respuesta se­ría simple: porque en sus empresas o negocios, para ingresar un empleado, pri­mero hacen cientos de cál­culos de costos versus be­neficios, pero, cuando lle­gan a las tetas del erario, los ingresan por miles sin dolor alguno.

Y qué decir de la falta de ho­norables para elaborar una nueva ley sobre la seguridad social, pareciese ser que el solo pensar en eso es una uto­pía, algo mitológico ya que, al decir de algunos, lo que costó elaborar y aprobar la prime­ra, hace tiempo fue digerido, por eso el escándalo existen­te y la mafia de nunca acabar.

A ver, ¿por qué el dinero des­tinado cada mes y no con­sumido en la compra de los fármacos, no va destinado a la cuenta del cliente como un acumulativo que vaya ga­nando intereses y a la vez, sir­va como apoyo solidario a las necesidades de otros y que sea para cuando se presente una enfermedad catastrófi­ca que requiera muchos me­ses de medicina?

Pero nada de esto es im­portante ante un Estado político clientelar, que día a día endeuda el presente y el porvenir, mientras en las aulas, no se sabe qué se en­seña y los hospitales, son almacenes de penurias y carencias ante la mirada in­sensible de políticos y fun­cionarios que de alguna ma­nera se benefician de estas desgracias institucionales. Duela o no, es así. ¡Sí señor!

El Nacional

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