Con el fin de financiar al 911 la Cámara de Diputados se destapó con otro impuesto específico al consumo de las telecomunicaciones. No ha bastado que la República Dominicana tenga los impuestos más altos al consumo de las telecomunicaciones del hemisferio, nuestra clase política no cesa en seguir apaleando por pura vagancia más que por sensibilidades sociales a un sector que pasó de ser un orgullo nacional a un mero caparazón de su ser anterior.
En los finales de los años 90 y principio de los 2000 el sector de telecomunicaciones era la niña mimada de la economía dominicana, atrayendo enormes inversiones desde el exterior y fungiendo como un mercado altamente competitivo, siendo uno de los pilares más fuertes del crecimiento económico de aquel entonces.
La que entonces era considerada una envidia de la región, eventualmente cayó en la mira de la vagancia tributaria, cobrar la mayor cantidad de impuestos al menor esfuerzo posible, y desde entonces las cosas no han vuelto a ser igual con una notoria decaída en la calidad del servicio, los precios para el consumidor y la receptividad de inversiones.
Con un impuesto selectivo al consumo de 10%, una “Contribución al Desarrollo de las Telecomunicaciones” de 2%, y el ITBIS de 18%, la República Dominicana tiene la cuestionable distinción de imponer los impuestos más altos al consumo de las telecomunicaciones en todo el continente americano. Para empeorar las cosas, la propuesta de nuestros diputados agregaría sobre todo eso una carga adicional por las llamadas y mensajes desde el exterior.
Sin entrar en las posibles violaciones a los tratados de libre comercio que pudiera implicar un impuesto de la naturaleza del introducido por los diputados, raya en lo insultante que nuevamente se decida castigar a los usuarios de un servicio, que hoy es tan fundamental como el agua y la energía, con más impuestos sobre su consumo.
No es necesario ser clarividente para saber que en los próximos años las tecnologías necesarias para la educación, trabajo, inversión y todas aquellas cosas que hoy entendemos fundamentales van a depender de un desarrollo robusto en la infraestructura de telecomunicaciones de los países. En este punto la República Dominicana ya está tarde en tomar la obvia decisión de desmontar los impuestos al consumo de una necesidad primaria del mundo moderno, por lo que raya en lo ridículo estar incrementando esos impuestos a estas alturas.
No estamos en el 2004, estimados legisladores, la teoría de la tributación de bajo costo para el fisco a través de impuestos al consumo de servicios en los sectores formales de la economía, que fuera tan popular la década pasada, ya agotó su cuota con nefastos resultados para la economía y el desarrollo del país. La idea es aprender de los errores del pasado, no continuarlos.