Más que para felicitar, el Día Internacional de la Mujer es un día para manifestar, para expresar y concientizar sobre la realidad general y particular de las mujeres. En gran parte del mundo, los colectivos aprovechan ese día para movilizarse pacíficamente a través de marchas y otras actividades multitudinarias.
Más que para comprar y regalar, el 8 de marzo es un día de solidaridad entre mujeres que viven realidades difíciles, una fecha en la que a través de las canciones, las pancartas, consignas y otras herramientas, se incita a la justicia laboral, social y familiar de la mujer. A parar con la normalización de conductas y situaciones que por siglos nos hacen cargar cadenas que quitan libertad y bienestar.
Más que para festejar y brindar, el 8 de marzo es un día para conmemorar la muerte de más de un centenar de mujeres asesinadas un día como hoy en Estados Unidos, por un empresario que las hizo quemar vivas, por sus demandas de mejores condiciones de trabajo. Lo interesante de esta conmemoración es que no es tema de un día. Por lo general estas manifestaciones conllevan un amplio trabajo previo. Por lo menos así fue en Bruselas, la ciudad donde vivo: los colectivos de mujeres se reúnen en equipo por un buen tiempo y estos encuentros las llevan a ser aún más conscientes de sus realidades y a vivir relaciones de solidaridad. Lo mejor del 8 de marzo es lo que queda, lo que logran mover dentro de si las participantes y lo que mueven en la sociedad con los mensajes de las pancartas, los discursos, las canciones y todo el entusiasmo que muestran para propiciar una sociedad de justicia y de equidad.
Incitemos a que el 8 de marzo mantenga su esencia.