Nada que ver con el legendario dirigente que cruzó el río más grande de China a los 86 años. Esa proeza, más el hecho de que el secretario general de la juventud china, según se me dijo, tenia 71 años, me confirmó la estupidez de un duelo ideológico que nada tenia que ver con el Caribe, y en el cual se enfrascaron tantas irremediablemente juveniles inteligencias..
Hablo de Mao, bella ciudad, limpísima, donde experimenté uno de los episodios más hermosos de mi recorrido durante el último mes de campaña electoral, armada con un pequeño tirapiedras que me regalaron en Santiago de los Caballeros.
Caía un aguacero de esos que manda Oyá, con rayos y centellas y la Asociación de Amas de Casa Mama Tingó, con motivo de su 30 aniversario, nos había invitado al primer picazo de la primera Casa Refugio contra la violencia doméstica de la región.
El terreno lo había donado un señor reconocido por su generosidad, cuyo nombre desafortunadamente no recuerdo, y se halla situado en la cima de una loma desde donde se puede ver la cordillera, y los valles circundantes, algo que ni la más dotada poeta podría describir.
Cuando bajamos de la camioneta nos hundimos en el lodo y trabajosamente avanzamos hacia una carpa donde se apiñaban mujeres de todas las edades y de todas las oficinas, de la Fiscalía, el Ejército Nacional, la Policía y ONG.
Esperábamos a un joven cantante que vendría a animar la actividad y allí comenzó el milagro. Llegó un muchacho con colita que trajo la bachata que había compuesto para la ocasión, con lírica excepcional, y me informaron que ni siquiera había concluido la Secundaria. Su mensaje estaba dirigido a los hombres: Piensa que esa mujer que matas podría ser tu hermana, tu madre, tu familia, que vas a marcar para siempre a tus hijos, que cuando el amor se acaba encontrarás otros amores (prometo el texto en cuanto encuentre el CD, pues lo estoy vulgarizando), una canción de una belleza que hizo llorar a las participantes. Pensé, si el Ministerio de Cultura hiciera un concurso anual de canciones contra la violencia doméstica, para bachateros y merengueros, otra historia cantaría, porque rescataríamos a esos muchachos de la vulgaridad y del inmediatismo que impone la pobreza y haríamos un aporte fundamental a la salud mental de la nación.
Resbalando y avanzando con dificultad, comenzó a llegar la gente. Vecinos que traían recibos de las ferreterías, para doscientos blocs, una puerta…
¿Y saben cuánto cuesta la construcción de las oficinas administrativas? ¡Noventa y cinco mil pesos, y la totalidad del edificio, doscientos mil! Una ínfima parte de lo que cuesta un Bentley, ese carísimo carro que es pasión de algunos insignificantes políticos.