El 25 de abril de 2018 el dirigente clubista Rafael Nova murió. Nova fue de los fundadores del club Héctor J. Díaz, a principio de la década de los 70s, en el barrio 27 de febrero; fue compañero de los jóvenes asesinados la madrugada del 9 de octubre de 1971: Radhamés Peláez Tejeda, Rubén Darío Sandoval, Víctor Fernando Checo, Reyes Florentino Santana y Gerardo Bautista Gómez. 20 años antes de su deceso me entregó el único expediente existente de la fiscalía del D. N. sobre el caso, que en el 2000 convertí en el libro “Mártires por error”, y que en la segunda edición de 2002 intentaron matarme.
El prólogo dice: “Desde el momento en que abandonaron el velatorio de un compañero del club, muerto en un accidente de tránsito, no se volvió a saber de ellos hasta que aparecieron sin vida esparcidos por la ciudad.
Los cinco muchachos, que iban de los 16 a los 21 años, no se suicidaron, no murieron en un «intercambio de disparos» ni murieron, accidentalmente, al caerles una lluvia de balas. Alguien les asesinó, y nadie fue llevado a juicio.
Ese oscuro día de otoño, la sinrazón, la lenidad, el terror, la cobardía y la impunidad se ensañaron en cinco seres humanos que comenzaban a vivir, que no tuvieron tiempo ni de preguntarse por qué el destino los llevó a toparse con esas hienas asesinas.”
Esa misma patrulla, compuesta por los rasos Pascual Bonifacio Fermín, Luis Felipe Valderas, Danelio Taveras, Domingo Agramonte, Saturnino Henríquez y Rafael Paulino, horas antes, quiso matar a Manuel Ramón Montes Arache, pero no tuvieron el valor y el teniente Virgilio Antonio Alvárez Guzmán, que la comandaba, dijo “Hoy no me voy en blanco”, y ¡vaya que no se fue en blanco! Él le disparó a quemarropa, después de torturarlos. Lo que no sería “algo más que salud”.